LA CULTURA DE LA CORRUPCIÓN.
Por: Fabio
Daniel Garrido Ricóveri.
Hoy por hoy
nos toca en la Revolución construir un propósito apoyándonos en nuestra situación
histórica y social, ella -la Revolución- nos necesita como un hijo a su madre,
y nosotros, los ciudadanos, debemos erradicar todo rastro de los libertinajes y
vicios en los que se ha envuelto nuestra Patria, para que ése socialismo pueda
surgir a través de cada uno de nosotros y alzar vuelo una vez evolucionado,
porque el socialismo nunca termina, evoluciona junto a nosotros. Todos somos
los padres de ese pequeño, al que debemos cuidar y trabajar por un bien común,
le necesitamos a ella, pero ella también necesita de nosotros para asegurar
nuestra existencia en la tierra, pero tiene un enemigo, tan presente en nuestra
sociedad, la corrupción, la desidia, el amiguismo, ese “te doy pero me lo
devuelves” que hace mella en las filas de nuestra revolución.
Desde hace algún
tiempo se halla en nuestra sociedad un Dios inútil como es la impotencia, el
desdeño al trabajo o el facilismo de conseguir las cosas más complejas estirando
el brazo, atropellando todo en su camino. La justicia se ha cegado en torno a partidismos
e intereses que convergen en un solo punto: el lucro personal, éste ha hecho que
nuestra lucha por la liberación de los pueblos se haya visto afectada,
convirtiéndose en un Capitalismo originado por el estado, en los que el
empresario es el mismo político que, aprovechándose de su poder, pasa por alto
sus funciones y se valora más a sí mismo que el Pueblo al que representa.
Antiguamente se valoraba el valor y el coraje del caballero, pero con el pasar
de las batallas, la estrategia fue tomando un lugar predominante, la caballería
–el poderoso, el leviatán- avanzaba bajo sus propias reglas, en muchos casos aplastando
a sus subalternos, la infantería, conformada mayoritariamente por campesinos,
levas que ni siquiera sabían por qué luchaban, era destrozada muchas veces por
estas cargas; aún así eran obligados a obedecer a sus indisciplinados
generales. Así es el leviatán político del Estado, que mal llevado suele conllevar
a la destrucción del mismo, contrariando al objetivo de la política que es alargar
la vida del ciudadano.
La lucha
social, la lucha cultural en la que se ve inmerso todo este paradigma se ve afectado
por una degradación en las costumbres y el folklore, la transculturización que se
cree el ciudadano a través de medios de comunicación le dan pensar que todo en
su país procede de una baja calidad con
respecto a los otros, sin saber que él es una pieza activa dentro de la funcionalidad
en la sociedad que le representa, esto predispone al sujeto a una actividad
hostil para con los suyos, pero amistosa con los extranjeros, destruyendo tanto
a su persona –como unidad, al cercenarse él mismo sus posibilidades- como a nivel
macro –la sociedad, al estar lleno de individuos infravalorados subdivididos que
fácilmente pueden ser tomados para un bien individual y no comunitario-. Aclaro
que no imparto una xenofobia sino un punto medio, una realidad que hasta a
nivel económico es reflejado por la preferencia de productos importados a los
autóctonos.
La construcción
del socialismo se ha visto truncada por la deshumanización de la humanidad
americana y es competencia prima del ciudadano conseguir una estructura que le
permita el desenvolvimiento social sin que éste choque con las características históricas
que han sido un país inestable, con una sociedad inestable, con una economía inestable
a través de los años, si bien en algunos puntos se ha mostrado cierto progreso,
nuestra cultura no ha permitido el aprovechamiento de esos momentos cruciales
en la historia (éstos han sido la bonanza petrolera de Carlos Andrés Pérez y el
alza de los precios del petróleo con el Comandante Chávez).
Estamos ante
una situación histórica, que torna sus matices teatrales –como en todo acto político-
en la que un solo individuo carga con los errores de sus subalternos, nosotros apoyamos
esa atroz parafernalia, porque compramos las noticias, compramos el negocio y nos dejamos
comprar por dicho negocio. La cultura ha llegado a un nivel tan paupérrimo, que
la clase obrera (la defendida por Marx) ha sido confundida a través de los
medios, confiándoles que deben ser mantenidos a priori sin necesidad de un
trabajo, sobre la clase media –un gran porcentaje dentro de la población
venezolana- también ha caído en este inconveniente. Es ineludible impartir la necesidad
del trabajo para no formar parte de la lumpen que nos ahoga y se disfraza del
trabajador más honesto en nuestras filas.
La derecha,
que construyó un monopolio político a través de todo el siglo XX no se ha establecido
como un poder constituido, debido a que no ha surgido por méritos propios, sino
por fallas del propio Gobierno, además que no ha presentado un plan teórico en
el que apoyarse, que lo hace parecer que hará todo según convenga, esto es
importante analizarlo, porque sería lo mismo que tener un velero a la deriva,
que al mínimo error podría alargar la lista de los marineros desaparecidos en
alta mar. Entonces se puede decir que la Izquierda post-Chávez venezolana se ha
apoyado más en entes mediáticos que en una verdadera revolución a nivel
material –por este hecho, el Comandante fue ineludiblemente una potencia
política, no sólo por el carisma-. Ellos –la derecha- se han dedicado a través de
la historia desmembrar cualquier fuerza comunitaria que se interponga en sus
conceptos de democracia, pero temen que la catapulta social suelte su fiereza
acumulada a través de la experiencia.
Hablo de la cultura
como una faceta extraordinaria, exploratoria y libertadora del hombre, porque
la política es el reflejo de la sociedad de un Pueblo, es parte de su folklore;
en sociedades altamente industrializadas y capitalistas, las relaciones interpersonales
tienden a ser más egoístas y centrados en el Yo, en cambio, en las sociedades
que han tenido historia de ser pueblos rurales (los países latinoamericanos, por ejemplo) tienden a ser más abiertos con
sus semejantes, realzando la importancia del otro para la realización de las
labores, aquí entra algo importante, y es el poder de la historia. Las
sociedades argentinas y chilenas tienden a darle mayor importancia a la política
debido a su pasado con las sucesivas dictaduras, Europa tiene sus propias cicatrices
debido a las guerras, tanto en la edad antigua, media y contemporánea, que le hace
parecer más un charco de sangre que un continente, en este punto puede
apreciarse cómo la percepción de los diversos medios hacen cambiar la opinión pública, ¿Históricamente,
a quién le corresponde ese estereotipo de personificación de violencia y
desorden?
El llamado
Socialismo del siglo XXI no es una ideología homogénea, pues hoy por hoy se
encuentra en su más plena evolución, por lo tanto, es necesario comprenderlo NO
como un socialismo perfecto de carácter marxista –porque nuestra sociedad es
distinta a la soviética de 1918-, sino una basada en la inclusión social de las
minorías; se referencia en la historia venezolana, lo que podría ser un
socialismo de venezolanos para venezolanos que ha tenido influencias de otras ideologías
de carácter socialista como la zapatista. El gran problema es que no se ha
mantenido una línea entre lo que es y no ser revolucionario. El gran mercado
nos ha vendido la lucha por los pueblos como un acto de herejía, debido a que
entra en pugna con los intereses imperiales en los que antaño nos veíamos
sometidos, esto para facilitar la decadencia y olvido de los futuros crímenes que
pueden ocurrir para justificar la usurpación del poder. En la historia latinoamericana,
más de 15 gobiernos de carácter izquierdista han sucumbido ante los intereses
de una hegemónica potencia occidental.
Ahora ¿qué
factores han permitido que el venezolano permita todas las usurpaciones de los
poderes?
Históricamente,
Venezuela ha sido objeto de luchas políticas y traiciones, desde antes de la
Independencia, muchos generales lucharon por sus propios intereses más que por liberar
a la Patria, podría decirse que eran mercenarios que esperaban monopolizar los poderes
–como Morillo-, muchos desertaron y se volvieron al bando realista, otro simplemente,
buscaban realizar su trabajo sin un fin monetario. A éstos últimos se les ha execrado,
como el general Sucre. Entonces, luego de la independencia, muchos quisieron el
resarcimiento de los daños que la guerra les provocó, en vez de formar un conjunto
para poder mejorar las gestiones, sólo se dividieron, agregándole problemas a más
problemas, aquí vemos como el egoísmo se encuentra no sólo en el s. XX, sino a
la codicia de tierras en el XIX que acabaron con la Gran Colombia y el sueño de
Bolívar.
El siglo XIX
fue un período de alta volatibilidad en Venezuela debido a las tensiones entre
los caudillos, éstos buscaban ejercer el Poder a través de la influencia y el
poder monetario, una de las características de los gobiernos capitalistas,
Guzmán Blanco pudo modernizar el país, pero la crisis económica surgida a
través de la destrucción de las tierras durante la Guerra de Independencia
mostraba su lado más macabro, de aquí a que el gobierno autocrático de Vicente
Gómez pudo acabar con éstos a través de la mano dura –su movimiento político
más relevante-. Luego la Generación del ’28 procedió a derrocar al presidente
Isaías Medina Angarita, en el que, a mi opinión, fue uno de los mejores gobernantes
del país, pero contrariaba a los intereses dictatoriales de una minoría
hegemónica, la misma que desconoció a la victoria de Jóvito Villalba y derrocó a
Rómulo Gallegos, un bastión importante y uno de los primeros intentos de una democracia
en Venezuela.
Esto es un
resumen de la historiografía venezolana hasta mediados de 1950, luego entra un
pacto que permitió el monopolio del Poder, el pacto puntofijista, roto por Hugo
Chávez en 1998. Siguiendo la lógica que la historia nos proporciona, ese mismo
grupo que ha derrocado los intereses democráticos del país en el pasado es la
misma que ahora mismo maximiza –y en algunos casos fomentan- los problemas y
los usan con fines propagandísticos, es decir, basado más en la producción de una
imagen que en la producción de obras, un sentimiento narcisista dentro del
mismo político. Por lo tanto, históricamente estamos condicionados para recibir
a la corrupción como algo normal, siempre y cuando esté habilitada una serie de
ventajas para los poderosos que acallen los medios de comunicación, para que
éstos no interfieran con la vida diaria del Pueblo, en el que, obviamente se ven
los resultados de nuestra sociedad, reflejos de altas corrupciones históricas, que
han sido factores negativos, condicionadores- condicionados que ralentizan
nuestro porvenir; condicionados porque tienen su propia razón de existir –el
lucro personal- y condicionadores porque contamina a la sociedad a reproducir dichos
actos. He aquí donde entra en juego la revolución intelectual y cultural, para allanar
el camino a una sociedad más susceptible al progreso y a la justicia.