Tratado sobre la
tristeza y la nostalgia.
Fabio
Garrido.[i]
Decir "nostalgia" y "tristeza" es "igual", pero de alguna forma diferente, pues no equivale expresar una manzana a la sed de un árbol que silba de tristeza debido a que uno está triste por causas triviales -como una deuda, alguna muerte o una presión que va asaltando una muralla desde abajo y la nostalgia, en cambio, es más abierto. Va desde un tímido suspiro hasta el nombre evocado en las páginas de un libro medido en codos o pasos, cual texto de caligrafía que mucha gente aborrece.
Uno está triste -de tristeza- al ver un
caballo atacado por perros salvajes, pero entra la nostalgia cuando se entona
el galopar, porque la nostalgia es preguntarse constantemente qué vino después
de ese "algo" finalizó tan abruptamente, sin siquiera presentarse el
tiempo para reflexionar lo que acontece y uno recuerda como un tercero cada
fugaz movimiento, incluyendo el de los párpados, quienes rápidamente se
desvanecen de nuestra vista, escondiéndose de nosotros.
El amor también tiene una vertiente dentro de
la nostalgia y otra que entra y sale de la tristeza ¿pues no es el amor una
fuente agridulce de llanto y alegría? ¿O una elegía de Lorca asaltando a
Benedetti? De cualquier forma, es amor lo que construye los ávidos escenarios
del ser humano que él mismo recrea y destruye a su antojo, y que éste suele ser
muchas veces ínfimos, tan cotidiano como un parpadeo, haciendo analogía en que
ambos párpados están unidos por dos extremos y los demás bordes se tocan para
volver a separarse, y cuando volvemos en nosotros encontramos que todo se ha
fragmentado en dos párpados diferentes, con linderos propios y un lenguaje
distinto o modificado a lo ya aprendido. Conforme, pero no satisfecho.
El ritmo donde va acompasada la tristeza es
tan terso como las baladas de Chopin a manos de un loco quien teme por su vida.
Esto no quiere decir que nosotros no seamos aquel loco, pues las preocupaciones
van asidas de tristezas. Y es que la tristeza no es más que una preocupación
expresada de adagios cotidianos, cuya materialización es el llanto, formando un
bucle de evasiones y tropiezos que a veces ni nosotros mismos nos perdonamos y
nos lamentamos una breve eternidad que más bien se asemeja a un momento de
liturgia encerrado en una ínfima callejuela. Luego de esto se fermenta en
nuestros quehaceres un neutro demonio, dilatándose hasta que un día cualquiera
forme un universo con sus respectivas galaxias y planetas ¿qué se yo? Otra
Creación a manos de todos los mortales.
Entretanto el invierno va seguido por lluvias
torrenciales y comercios bermejos, la nostalgia precede a la tristeza y ésta a
un sol de conquista que troca el flujo y el reflujo de cada pecho que busca
liberarse, terminando así como el costado de Cristo un día más inexacto que la
palabra humana, pero esa palabra humana tiene ese, no sé, un reconfortante
estilo de media remuneración que ni la menor plusvalía podría ofuscar y hasta
las querellas que tanto abundan en este mundo podrían ser deseables a través de
un intangible conjunto de palabras. Es un ciclo que se abre y se cierra, por
eso a veces nos parece tan enmarañado e incluso, como una inefable cláusula de
un diario.
07/12/13
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