miércoles, 10 de febrero de 2016

ENTREVISTA REALIZADA AL SOCIÓLOGO OSWALDO GARRIDO, PARA LA REVISTA: ACENTOS: MODERNIDAD Y AMOR.





ENTREVISTA REALIZADA AL SOCIÓLOGO OSWALDO GARRIDO, PARA LA REVISTA: ACENTOS: MODERNIDAD Y AMOR.

Febrero 2016.


Profesor Oswaldo Garrido, usted un académico dedicado a la reflexión filosófica ¿Cuales son las coordenadas del mundo actual?
Gidden decía en la década de los ochenta, por un lado,  que asistíamos a un mundo desbocada, que los referentes materiales y simbólicos que sostenían la modernidad se había derrumbado, que estábamos en una autopista sin señalización y cuya cúspide fundamental era el riesgo. El riesgo es la caída súbita a una forma de filosofar y de hacer las cosas que se parece a lanzarse desde un piso 34 sin paracaídas. Por el otro está modernidad que discurre se caracteriza por una terrible radicalidad, la profunda <<crisis existencial de los sujetos>>. Yo agregaría a estos planteamientos, que efectivamente estamos en un mundo desbordado por la fetichizarían de la vida,  la vida se ha transformado en una manera mercantilizada de conducirse. Las relaciones son de proximidad o lejanía mediatizadas por la promesa de bienestar o confort. Y la ciudad es la trampa del hombre gregario.

Profesor Oswaldo Garrido, ¿La ciudad?
La ciudad no es la colmena, la ciudad es la segmentación de la vida privada. Un espacio territorial y simbólico donde lo colectivo, la solidaridad y la complementariedad  forman un horizonte subjetivo de lo rural y lo pre-moderno. La ciudad es la condensación de una forma de pensar y el hacer construye su identidad desde la mercantilización de la vida. La ciudad tiene su suma, el sueño, este sueño es acelerar la vida y alejarse de lo comunitario. El ciudadano es un ser de la urbe que desarrollo un gigante ejercicio contemplativo y de consumo. Un actor en el medio de una gran tragedia humana.

Profesor Garrido, ¿Podría Hablarnos del amor, digo ese amor con letargo citadino?
 Aldous Huxley, robándole la frase William Shakespeare en su obra la Tempestad, hacía referencia a un Mundo Feliz, una sociedad programada, estratificada, autosuficiente y somatizada. Erich Fromm,  su libro, El arte de amar, identificaba dos cualidades amorosas: el amor biofilico y el amor necrofilico, mediada por las pulsiones de vida y las pulsiones de muerte. Ambos planteamiento tienen algo de razón.
Pienso que el amor en esta modernidad radicalizada y desbordada el amor es un proceso histórico material y simbólico, un tipo de relación donde lo biofilico va perdiendo el forcejeo contra lo trágico. El amor es un tipo de relación social que se edifica en un momento fundacional de encuentro entre extraños que en un ejercicio de comunión pierden parte de su libertad y soberanía. Asistimos sin horrorizarnos a construcciones afectivas-amorosas atemporales, efímeras y movedizas, donde el mundo material y tecnológico es el  <<numen>> que lo caracteriza. Su espacio territorial se encuentra en los molles, vitrinas y comercios. El amor se alimenta del enorme festín de banalidades que ofrecen a diario los medios de comunicación. Fíjate, la ruptura solo es un drama para seres antaño y trasnochados. Se está produciendo una especie de pérdida de los lazos inter-locucionarios, las relaciones se rompen por mensaje de textos, descomedidos y sin explicaciones razonables. La desaparición del otro como sujeto del amor-prójimo  es condenado a un terrible olvido. El egoísmo afectivo tiene más de mercancía, casa, carro, regalos, es decir bienes terrenales que de valores judío cristiano que conformaron el mito fundacional de la modernidad que discurre. Estamos ante un tipo de relaciones afectiva que se mueve entre el Ok y el Chao. Una sociedad de cero victimas y el adiós. Formar parte del recuerdo es una ruleta rusa. El simulador el es el sujeto histórico de esta mimetización terrible, y pervivirá.

Profesor, ¿Qué hacer en ese panorama tan desolador?
No podemos hacer nada, solo expectante y boquiabierta vivir esta tragedia.
Profesor  Oswaldo Garrido,  ¿Entonces?
Lo que más me preocupa no es el entonces es el después. Te explico, Decía en una entrevista Jean Manuel Serrat por los noventa, hablando del neoliberalismo: “Una sociedad no puede salvarse sacando a la gente con una pinza (…) Una sociedad se salva toda o no se salva”. Necesitamos un movimiento metabólico, tomando la frase de  Istvan Mestzaros. Ese  movimiento metabólico, debe ser un gesto y una acción colectiva desde adentro, yo suelo relacionarlo con el mito de Prometeo.
Profesor Oswaldo Garrido, ¿Y Simón  Bolívar y Hugo Chávez?
Simón Bolívar y Chávez, fueron y serán unos referentes epopeyicos materiales de capacidades amatorias, con un alto sentido de la historia. Bolívar fue un sujeto  con su idea clara sobre su papel en la historia. Solo toma la frase de Bolívar “: Los tres más grandes majaderos del mundo hemos sido Jesús Cristo, Don Quijotes y yo”.  Ese personaje de nuestra gloriosa historia, vivió una existencia trágica cuando agobiado y enfermo en apuntes del doctor Reverend y el General Montillas, según ambos dijo en su lecho agonizante: “José Vámonos (…) “Vámonos, vámonos (...) esta gente no nos quiere en esta tierra”.
En el caso de Hugo Chávez, comprometido con el socialismo dijo: “No hay amor más grande que el que uno siente aquí en el pecho por una causa, por una patria, por una gente, por un pueblo, por la causa”.


En varios escenarios, Usted ha hecho referencia a dos categorías: Erotización, caotización y neurotización colectiva. ¿Cómo es ese asunto?
Un tiempo histórico caracterizado por un poder obediencial metafísico, un mundo material y simbólico donde todo era explicado desde la razón suprema de Dios, en este mundo la comunidad de interpretación realizaba viajes filosóficos tangenciales, pues todas las cosas se explicaban desde Dios. Allí encontramos filósofos religiosos como Santo Thomas y San Agustín. Este dios opaco y simulo los otros mundos vividos. Por ejemplo, la sociedad occidental se re-encuentra con la filosofía oriental a mediados del siglo pasado. Con el renacimiento, cubierto con el manto de los atributos de la Modernidad, se produce es un proceso de secularización donde el poder metafísico va dando paso a la Razón Moderna. René Descarte crea las bases de los principios de la ciencia, Augusto Comte, separa la filosofía en distintos campos disciplinarios.
Ahora pareciera que las sociedades han perdiendo su rumbo, la idea de desarrollo, industrialismo y productivismo se han transformado en una tragedia, las sociedades viven en la incertidumbre, ese caos paradójicamente han ampliado los escenarios de la libertad. La cotización del modelo civilizatorio ha significado el resurgimiento de actores y sujetos sociales invisibilizados inconformes y solapados con este proyecto colonial. Entonces estamos en una nueva revolución antropológica suprior a la revolución cultural que significo la cristiandad.
La sexualidad dejo de ser el acto reproductivo, ahora es el encuentro con el placer. Los medios de comunicación explotan los cuerpos semi desnudo hasta para vender servicios funerarios. Amor y sexo se han separado en una dialéctica indisoluble.
Los elementos libertarios de ambos procesos, caotización y erotización son los núcleos vivenciales de las relaciones sociales. Miedo y angustias son la cara de una sociedad de fuga y permanencia, que demanda más libertad, des-aceleración de la vida, ecología y reconocimientos de valores pos-materiales. Es una sociedad babieca que se reedifica  el mundo material como la panacea de la vida.


Usted ha hablado de soliloquio colectivo…

Vivimos un tiempo histórico donde hay tres relatos que caracterizan el mundo convival.  El primero es el discurso de la abundancia, donde se asume que las bondades de la naturaleza son patrimonio de compartimiento social. Este discurso lo inicia Rousseau; caracteriza y pervive dos años de conquista y después se camufla hasta el nacimiento del petróleo. Es un reino de la abundancia, de felicidad que coquetea con la revolución francesa. En el discurso de la abundancia todo estamos predestinados a vivir los horizontes de la felicidad y la riqueza. El segundo discurso corresponde a la carencia, recoge la máxima del mito fundacional cristiano: ‘primero entrará un camello por el hueco de una aguja que un rico al reino de los cielos’. Es el discurso que sobrepone la desventura sobre una subjetivación de la riqueza. Del tercero se habla del concepto de lo virtual, en el cual, las grandes utopías de las revoluciones económicas y antropológicas pueden ser alcanzadas.
Estos tres discursos se conflictúan con los alcances de la modernidad porque esta se ha transformado en una gran tragedia en la forma de saber y de hacer. La modernidad es el momento histórico de conciencia que ha dejado más deudas, por ejemplo, el concepto de democracia. La democracia, tiene como valor sustantivo la igualdad, la justicia y la inclusión, pero sus mecanismos operativos han dado como resultados que la democracia se haya transformado en una especie de espanto histórico que incluye sobre sus inconsistencias sociedades más desiguales y excluyentes, y este soliloquio colectivo está vinculado entonces a tres procesos materiales y simbólicos que giran en torno a que la gente posee un mundo-país nominal, un mundo-país real y un mundo-país subjetivo.  
El mundo-país subjetivo se confronta con el mundo-país nominal y el mundo-país real, estaremos entonces sociológicamente hablando en una crisis de generalidad ilusoria cuando confronta lo nominal, lo real y subjetividades, por ejemplo, el derecho a la vida y la violencia. Todos tienen derecho a la vida. En la vida real esta no tiene ningún valor y subjetivamente espera que su vida se prolongue hasta la infinitud familiar.

Estamos en presencia de una sociedad que se habla silenciosamente desde sus discursos interiores y guarda para sí la posibilidad de una acción futura.
Entre algunos planos puede existir una relación entre discursos, pues hablando en este caso entre la carencia y lo virtual, puede introducirse como ejemplo a Martín Heidegger y sus 4 realidades sobre el mundo moderno, el cual explica que a menos que el hombre apacigüe su vorágine de codicia, estará atentando contra la naturaleza, y viajando entonces a su extinción como especie.
Estos tres discursos caracterizan al Atila moderno. 


¿Por qué habla de un Atila Moderno?


Atila fue el último y el más poderosos de los caudillos hunos, desmembrando y evolucionando el mundo romano a lo que posteriormente sería conocido como la Edad Media. Fue coronado su hermano Bleda, pero Atila, en una cacería contra un jabalí, decide asesinarlo para quedarse con el gobierno (podemos establecer un símil entonces con la historia de Rómulo y Remo). Roma, debilitada por la corrupción interna, sumándole el poder creciente de las tribus bárbaras y generales codiciosos, institucionaliza los tributos y aumenta los rescates por cada romano capturado al ser incapaz de defenderse eficazmente. La tribu, decide atacar a Roma para saquear sus riquezas, y tan sólo se detiene al llegar a las mismas puertas de la ciudad, solamente la actuación del Papa pudo evitar la captura y la quema de la mismo, a cambio de un alto precio, moral y material.
El Atila moderno se fundamenta en dos cosas: el superhombre de Nietzsche, el cual significaba la revolución del hombre por sobre los rezagos de la idea de Cristo. El superhombre es el anticristo, no de los términos de la crucifixión, sino en la valoración de la vida material sobre lo espiritual. Y el segundo, el hombre nuevo del Che, el cual  se fundamenta en el desarrollo ética del hombre a través de la solidaridad, superando el egoísmo. El Atila moderno es el Terminator.


Profesor, Ud. habla de poesía y Terminator, ¿Podría aclarar algo?
La poesía, es una mayéutica que se rebela contra el festín de las bandalidades, el zombismo y la somatización social. Es el acto de rebeldía de la palabra sobre la forma de vidas instituidas.

A final de cuentas, ¿Y usted?
La poesía no es una mercancía, no se exhibe en los anaqueles, es profunda, transforma como un acto la vida de los incrédulo y se rebela contra un psiquismo maltrecho social para evitar caer en el zombismo social. La poesía es el supremo acto de realización humana, es la palabra de los incrédulos.
 



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