lunes, 6 de junio de 2011

Modelo hegemónico, crisis socioeconómica y estrategias de acción del sector salud.

Eduardo L. Menéndez.[1]

El Modelo Médico Hegemónico se constituye y se instituye en los países capitalistas centrales, coetáneamente con el proceso de obtención de hegemonía por parte de la burguesía, y cuando la relación de clases fundamentales en dichas sociedades se establece a través de las relaciones burguesía-proletariado.
El Modelo Médico se constituye en función del conjunto de las ciases sociales urbanas y no sólo de los sectores burgueses y pequeño burgueses. Más aún, en un nivel manifiesto dicho modelo aparece asociado en su desarrollo a la lucha y abatimiento de toda una serie de padecimientos que pueden ser vinculados con las condiciones de vida de las clases subalternas. La desnutrición, el alcoholismo, la tuberculosis, las enfermedades infectocontagiosas incidían diferencialmente en el conjunto de las clases sociales, de tal manera que sus consecuencias más graves se daban en los trabajadores urbanos. Las condiciones de vida del proletariado emergen como aquellas donde se dan más frecuente y letalmente los padecimientos que supuestamente la práctica médica debía erradicar.
Pero el Modelo Médico, y esto debe ser subrayado, se instituye durante el período en que las clases subalternas urbanas, incluidos los trabajadores industriales, mejoran comparativamente su nivel de vida y comienzan a obtener determinados "beneficios sociales. como producto de sus luchas y de las necesidades productivas y legitimadoras de la clase dominante. Así’, las mejoras en las condiciones de salubridad no se dan abstractamente, sino que implican el control global sobre los focos transmisibles, ya que esto es casi lo único que asegura la protección de las ciases dirigentes. Como sabemos, el caso del cólera constituye la expresión más significativa de este tipo de medidas de los países centrales. En el caso de México estas medidas pueden ser analizadas básicamente a través de la fiebre amarilla y del paludismo.
La necesidad de saneamiento y de abatimiento de la morbimortalidad tiene que ver con un fenómeno de protección clasista que se convierte en posible protección colectiva; pero también tiene que ver con el aseguramiento de procesos que aseguren una mayor productividad.
Si bien son las modificaciones en las condiciones de salubridad colectiva (agua potable, drenajes, sistemas de limpieza urbanos, etc.) y personal (abaratamiento del jabón y de la vestimenta) y el mejoramiento de las condiciones de alimentación los factores que inciden en el descenso de las tasas de mortalidad de las clases subalternas, es sin embargo la atención médica la que aparece ante los conjuntos sociales como el agente fundamental de estas transformaciones. El Modelo Médico se impone no sólo a las clases dominantes, sino también a los trabajadores urbanos. Estos no sólo pasan a ser uno de los principales consumidores, sino que operan como propagandistas de dicho tipo de práctica médica. Para sus principales problemas de salud, los trabajadores urbanos no demandan medicina de tipo "tradicional", sino la denominada medicina "científica".
La percepción positiva de la medicina científica por parte de los trabajadores, tiene que ver con procesos ideológicos y técnicos que operan a nivel de la sociedad global, pero también de la particularidad de sus propios procesos de trabajo. De hecho las prácticas científicas van emergiendo como más eficaces, como técnicas que pueden curar más rápidamente que las prácticas tradicionales. Además los padecimientos que los trabajadores relacionan directamente con su trabajo son básicamente los accidentes laborales. Estos, dadas las condiciones de seguridad de las fábricas tienen una frecuencia y una letalidad para las cuales una medicina que en gran medida ejercitó sus-avances a través de la práctica quirúrgica está en condiciones de dar respuestas más satisfactorias que las de la medicina tradicional.
Estos procesos deben ser relacionados a su vez con otros que permiten entender la racionalidad de la demanda así como de la percepción diferencial, y que están estrechamente relacionados con las condiciones de trabajo y de vida dominantes. La desocupación cíclica, y el "no trabajo" por enfermedad, constituían dos de los más graves problemas para la familia proletaria. Si bien el primero no tenía solución "legal", sino a través del paro forzoso, la prostitución periódica, las migraciones internacionales y nacionales, etc.; el segundo necesitaba ser solucionado rápidamente a través de la intervención médica.
Tanto el tiempo comparativamente largo con que la familia proletaria asume reconocer la enfermedad, así como la demanda urgente, inmediata con que pide o exige cura para la misma, tienen que ser relacionados con un condicionamiento económico-ocupacional del "tiempo", ya que el enfermarse, asumir estar enfermo, suponía dejar de trabajar afectando directamente a la supervivencia del trabajador y su familia.
La restitución de la salud o la reparación de la enfermedad deben ser inmediatas para no dejar de trabajar y seguir recibiendo su salario en el "mercado libre" laboral. Desde esta perspectiva la medicina científica es percibida como más rápida, como más eficaz, como aquella que puede incidir más positivamente sobre determinados padecimientos.
 Es una medicina de urgencia, y no una medicina de espera. Además, como sabemos, la salud de los "ciudadanos" aparece ponderada desde fines del siglo XVIII como necesaria para el desarrollo del Estado. Este proyecto funcionó inicialmente a nivel ideológico, pero ulteriormente operó en un nivel estructural relacionado con los cambios generados a partir de fines del siglo XIX en el proceso productivo, lo cual implicó la reducción del tiempo de trabajo, pero el incremento de los ritmos de producción. Las nuevas exigencia laborales implicarán el máximo rendimiento durante el menor tiempo; y en función dé ello la necesidad de un trabajador en las mejores condiciones de salud posible. El obrero debe estar sano durante el período laboral, y debe por otra parte no "desviarse" durante el período de "descanso"; no sólo para así reparar su fuerza de trabajo, sino sobre todo para no generar ausentismo laboral. Durante este período la mayor posibilidad de "desviación" de la clase trabajadora está referida al "alcoholismo", el cual es unilateral -mente percibido como una enfermedad de clase. El alcoholismo puede generar ausentismo, mantiene la costumbre del "San Lunes", puede conducir al trabajador y a su familia a la miseria "física y moral". Una cosa es beber con moderación y otra la desviación de la ebriedad que afecta directa e indirectamente al proceso productivo.
El Modelo Médico es en consecuencia reconocido por el conjunto de las clases sociales como el medio más eficaz de cura y de control de determinadas enfermedades y "desviaciones". Dicha percepción social es reforzada desde una perspectiva ideológica proletaria, por el hecho de que casi todos los líderes y teóricos de la clase obrera ponderarán como progresista, corno aliado "natural" del socialismo a la medicina denominada científica.
Si bien el Modelo Médico Hegemónico tiene una relación activa con la problemática de salud enfermedad del conjunto de las clases sociales, y en particular con la salud de los trabajadores; esta relación operó dominantemente en el plano curativo y marginó o secundarizó las políticas preventivas, sobre todo en el caso de la salud laboral.
El análisis de la estructura y función del Modelo Médico permite percibir con claridad lo que estamos señalando. En varios trabajos (E. L. Menéndez 1978, 1979, 1983} hemos analizado el Modelo Médico y hemos discriminado una serie de caracteres estructurales, que evidencian lo señalado.
Los caracteres dominantes de dicho modelo son su biologismo, ahistoricidad, asocialidad, pragmatismo, individualidad, participacionismo subordinado, etc., que justamente determinan un tipo de práctica técnica y social donde los factores etiológicos y curativos son depositados en la persona, o a lo sumo en un ambiente "natural", donde los procesos colectivos determinantes de la enfermedad son muy secundariamente tomados en cuenta, y donde el sujeto y/o los conjuntos son considerados siempre como "pacientes".
La práctica médica que surge de este modelo es una práctica reparativa, que reduce su nivel de análisis al individuo o a lo sumo a la suma de individuos, y que no puede referir radicalmente sus políticas de salud a los factores económicos-políticos e ideológicos determinantes de la enfermedad, pues ello supondría de hecho afectar al proceso dominante. La dimensión biológica, y cuando fuese necesario la dimensión psicológica aparecen como los niveles a través de los cuales se plantea la causalidad y la solución.
El Modelo Médico implica el desarrollo de una práctica médica que puede ser pensada como una medicina del trabajador enfermo y no de la enfermedad sobredeterminada por el proceso laboral. La práctica médica convierte el problema específico en un problema abstracto, donde lo determinante es lo genérico, y no la situación específica del trabajador en un determinado proceso productivo.
Por otra parte la práctica médica radica su mirada en una aparente especificidad, la de la enfermedad "en sí", que de hecho elimina la red de relaciones sociales, productivas e ideológicas que afectan la salud global del trabajador, pero también la de su familia. Si reconocemos que el "trabajo" constituye todavía el principal articulador de la vida de los trabajadores, si aceptamos que las condiciones generales de trabajo siguen siendo el ordenador del tiempo de trabajo y de no trabajo, del tipo de relaciones intra y extralaborales, de los niveles posibles de consumo, de las alternativas culturales, etc., debe implicarse necesariamente que las condiciones de trabajo afectan no solo la salud del trabajador, sino que inciden en las condiciones de salud y enfermedad de su propio grupo familiar.
Desde esta perspectiva puede reconocerse la incidencia del proceso laboral en determinadas enfermedades, de las cuales la más evidente son los accidentes; pero también debe ser reconocida en padecimientos que son producto de las condiciones de vida derivados en gran medida de la inserción laboral. Tal vez el caso más evidente lo constituya la desnutrición, que no afecta generalmente al propio trabajador, pero que directa o indirectamente constituye una de las principales causales de mortalidad de sus hijos. La inserción laboral no determina, pero sí condiciona las posibilidades de una mejor infraestructura sanitaria que como sabemos está a la base de las principales causalidades que afectan la salud familiar.
Con este análisis no queremos disolver la especificidad de la enfermedad laboral, sino que por el contrario reconocemos tal especificidad, pero tratando de considerar en toda su envergadura las consecuencias del proceso de trabajo que no sólo se registra en el trabajador, sino sobre todo en su grupo familiar.
Las características dominantes del Modelo Médico Hegemónico son expresión de un proceso, según el cual algunos de los caracteres básicos pasan a tener mayor o menor preponderancia según las condiciones sociopolíticas dominantes. Esta preponderancia se expresa a través de las funciones que este Modelo cumple respecto del Estado y de los conjuntos sociales estratificados.
Potencialmente y en toda sociedad el Modelo Médico cumple cuatro funciones básicas: a) curativo preventiva; b) normatizadora; c) de control y d) de legitimación. La primera función, la curativo-preventiva  es la que aparece generalmente como la única, o por lo menos como la reconocida como más importante y relevante. Y en cierta medida así lo es; en el nivel manifiesto y aparente la curación y secundariamente la prevención aparece como las funciones más frecuentes, como aquéllas con las cuales se identifica la práctica médica. Más aún, todas las otras funciones necesitan manifestarse a través de esta función; sólo pueden ser asumidas en la medida que sus objetivos sean por lo menos formalmente curativo-preventivos.
Las otras funciones, sobre todo la b) y c) son parte implícita del trabajo médico: este necesita normalizar para actuar; requiere controlar para ser eficaz. Para que quede claro lo que estamos analizando, debemos recordar que el mero hecho de prevenir un padecimiento supone la posibilidad de normalizar y de controlar. El término "vigilancia epidemiológica" expresa en toda su transparencia este proceso, que en todos los casos supone además una organización jerarquizada de la normalización y del control, así como una participación pasiva de los "pacientes".
En este trabajo no vamos a discutir si en el medio laboral mexicano se realiza vigilancia epidemiológica respecto de las enfermedades laborales. De hecho no se hace; sólo puede realizarse a partir de determinadas condiciones productivas y a partir de la complejidad del aparato sanitario privado y/o público. Pero lo que nos interesa proponer es que toda practica médica generada por el Modelo Médico, supone aun en sus principales avances objetivos la posibilidad de controlar y normatizar, y desde esta perspectiva contribuir a la reproducción ideológica de determinadas relaciones dominantes.
La utilización de la dimensión salud/enfermedad y de la acción médica como un legitimador social se manifiesta con toda transparencia luego de la crisis de 1929 y sobre todo a partir de la segunda postguerra. El notable abatimiento de la mortalidad general e infantil; el aumento de la esperanza de vida serán manejados en términos comparativos respecto del pasado y entre sistemas sociales antagónicos. Estos y otros indicadores de salud expresarían niveles de "desarrollo'9 económico-social diferenciales y que pueden ser remitidos a las condiciones estructurales de los sistemas en los cuales se manifiestan estos fenómenos. Si bien constituyera un indicador menos utilizado, las enfermedades laborales y sobre todo las condiciones de accidentabilidad también serán manejadas como objetivos legitimadores y de lucha ideológica.
Debe subrayarse que en 'todos los casos estas condiciones diferenciales están referidas a las condiciones de vida, pero también a las consecuencias de la hegemonía de la práctica médica científica. En los países capitalistas este reconocimiento tiene una notable congruencia económico-política dado que el dominio de las prácticas curativas contribuye en forma notable a la reproducción ampliada del capital a través de la denominada "industria de la salud".
Ahora bien a mediados de la década de los '60 este Modelo entra en crisis (ver E. L. Menéndez: La crisis del modelo médico y las alternativas autogestionarias en salud. Cuadernos Médico-Sociales N° 21:25-42 1982), y dicha crisis se manifiesta en forma particular en la producción de enfermedad y de atención a la salud de los trabajadores, sobre todo porque en determinados países la crisis incidirá en los sistemas de-f mandamiento de los organismos de seguridad y bienestar social.
Por otra parte los procesos de desarrollo industrial desigual inciden notoriamente para modificar el perfil epidemiológico y las causalidades básicas de las principales enfermedades.
Los problemas de salud ocupacionales generados por la industria moderna, sobre todo en el caso de los cánceres, aparecen cada vez más evidentes tanto en términos de trabajo directo, como en términos indirectos, es decir, a través de las condiciones generales de vida. Pero no son sólo las consecuencias biológicas donde tenemos que encontrar el condicionamiento del proceso laboral sobre la enfermedad. El incremento de la enfermedad mental debe ser ponderado en todas sus consecuencias, dentro de un panorama donde objetivamente se genera un descenso de las tasas de mortalidad a nivel absoluto y diferencial.
Justamente la validez del Modelo Médico pretende fundarse en este descenso objetivo de las tasas de mortalidad; pero la cuestión no radica en permanecer nuevamente en el nivel manifiesto sino remitir dicho proceso de abatimiento a sus condiciones reales y posibles.
Si bien debe reconocerse dicho abatimiento, inclusive para nuestros países, el análisis de la crisis del Modelo Médico evidencia justamente su inoperancia respecto de una mayor disminución de la morbimortalidad, lo cual remite nuevamente a hallar las condiciones del proceso en la dimensión económico política que fundamente la práctica del Modelo y no en el "modelo en sí".
Toda una serie de hechos evidencian esta "inoperancia":
a) si bien con la tecnología médica actual son curables y abatibles la mayoría de las principales causas más dominantes en nuestros países, la aplicación de dicha tecnología opera sólo en forma muy limitada.
b) se conoce la tecnología a partir de la cual controlar las principales causales de insalubridad, contaminación, desmejoramiento del ambiente y sin embargo en la mayoría de nuestros países continúa el proceso de contaminación general;
c) con la tecnología fabril actual son potencialmente controlables la mayoría de los riesgos laborales directos y sin embargo dicho control industrial se ejerce muy limitadamente a nivel médico-sanitarista.
d) el crecimiento objetivo de la enfermedad mental derivada directamente del trabajo o de las condiciones de vida se expresa a través de indicadores como el proceso de alcoholización, cuyo agente puede ser potencial-mente controlable, pero afectando seriamente a intereses económico-ocupacionales del conjunto de las clases sociales complicadas en el proceso de producción, comercialización y consumo.
e) pese al objetivo abatimiento de la mortalidad, sigue prevaleciendo una mortalidad diferencial en prácticamente todos los países; esta mortalidad diferencial puede ser medida en términos de clase, de estratos y de sectores ocupacionales, ya que a través de estas tres unidades pueden detectarse diferencias en las tasas de mortalidad y en la esperanza de vida. El Modelo Médico no ha conseguido abatir esta diferenciación, y si bien se ha generado una disminución en la brecha existente entre algunos sectores sociales, todo indica que aún en países como EE.UU. o Gran Bretaña se ha incrementado la diferenciación entre el estrato social más bajo y los restantes.
 La crisis del Modelo Médico Hegemónico debe ser vinculada en la actualidad con la crisis económica política, y con las alternativas que el sector salud se plantea a partir de seguir manteniendo la estructura y funciones de dicho modelo.
Debe destacarse al respecto que las condiciones actuales de la crisis afectan decididamente no sólo el tipo  de estrategias, sino también a las causales de morbimortalidad. El endeudamiento financiero, así como las propuestas del Fondo Monetario Internacional, sobredeterminan de hecho las condiciones de vida de las clases subalternas, así como las propuestas de solución.
El Modeló Médico Hegemónico necesita re-adecuarse, es decir, necesita sobre todo abaratar costos sin por eso perder legitimidad y sobre todo respecto de determinados sectores ocupacionales.
En las últimas décadas el Modelo Médico corporativo estatal, que constituye una variante del Modelo Médico fue construyendo un tipo de práctica que podemos caracterizar de la siguiente manera:
a) Ha tratado de extender las coberturas basado en instituciones de seguridad social; el porcentaje de derecho-habientes pasó del 20 % en 1965 al 43 % en 1980;
b) No obstante esta extensión, debe señalarse que la misma se ha dado en forma diferencial, lo cual implica una atención desigual a la población económicamente activa» Los recursos económicos, materiales y humanos se han concentrado en algunas instituciones, básicamente el Instituto Mexicano de Seguridad Social (IMSS) y en la población trabajadora que opera dentro de los programas regulares de dicha institución;
c) en el conjunto del sector salud domina un modelo curativo, que no sólo es sumamente costoso, sino que es de baja eficacia respecto de los principales problemas de salud. Así, tenemos que el IMSS en 1978 distribuyó su presupuesto de tal forma que sólo el 1.1 % del mismo correspondió a atención preventiva y el 52,5 % a la curativa.
Todas las instituciones de salud del país presentan una composición de la plantilla del personal que expresa con claridad el dominio del enfoque curativo. Así en el Instituto de Servicios de Seguridad Social de Trabajadores del Estado (ISSSTE) en 1975 había 4,998 médicos, 5,954 enfermeras y 1795 paramédicos. Si bien asta relación establece ya una composición considerada no satisfactoria inclusive desde una perspectiva curativa en 1979, dichos porcentajes siguen diferenciándose en forma negativa. Ahora tenemos 6,704.médicos, 6,882 enfermeras y 1,655 paramédicos, es decir que los médicos se incrementaron en un 6.4 % y las .enfermeras en un 2.1 %, mientras que los paramédicos se redujeron en un 3.2 %. En el caso del IMSS para 1979 tenemos 25,389 médicos, 15,377 enfermeras y 21,888 auxiliares de enfermería. La notable cantidad de médicos, planteada no en términos absolutos, sino comparativos, indica de hecho, un predominio de las actividades curativas respecto de las preventivas, así como el potencial incremento de los costos de atención a la salud. Un modelo curativo supone de hecho el incremento de la medicamentación, de la polifarmacia, del uso creciente del equipo técnico, que favorecen la reproducción de la "industria de la salud" y que en países como los nuestros afecta la estructura del financiamiento del aparato de salud y lo que es más grave no afecta a los factores "ambientales" que favorecen el mantenimiento de determinados cuadros de morbimortalidad.
d) es el predominio de este modelo curativo el que se expresa en la ineficacia o en una eficacia limitada y diferencial de la aplicación de los programas que deberían actuar sobre las causas básicas de mortalidad y morbilidad; desnutrición, saneamiento, accidentes, contaminación, etcétera. Las prácticas curativas sólo pueden operar limitadamente sobre nuestros principales problemas de salud física y mental.
e) debe subrayarse que para algunos autores, el dominio de las prácticas curativas no tiene que ver solamente con la reproducción de la industria de la salud, sino también con procesos de reproducción y de legitimación ideológica del sistema. La inducción médica fomenta directa e indirectamente la aceptación de la hegemonía de dicha práctica por parte de los conjuntos sociales. Conduce a estos conjuntos y sobre todo al conjunto de las ciases subalternas, a percibir y a demandar este tipo de práctica como "la mejor", o por lo menos como la mejor que el sistema global les puede dar. Diversas investigaciones evidencian que son los sectores de menores ingresos los que tienden a incrementar la demanda de los servicios médicos de salud cuando pueden consumirlos.
Es decir que en el contexto latinoamericano, y en particular en el caso de México, se generó una institucionalización del Modelo Médico que cumple las funciones descriptas y en particular respecto de los trabajadores.
Ahora bien este Modelo, como ya lo señalamos, necesita readecuarse dadas las condiciones actuales de la doble crisis, la referida a la situación económica general y la crisis del Modelo Médico. Es indudable que la crisis económica afectará al conjunto de las clases sociales; pero pueden detectarse toda una serie de problema-ticas donde la crisis afectará en forma diferencial a las clases subalternas:
a) el deterioro de las condiciones económicas y el incremento de la desocupación real incidirá en las condiciones nutricionales de la población, y sobre todo en el caso de los niños menores de cinco años, y facilitará la incidencia de las enfermedades infecto-contagiosas, incrementando la potencialidad de mortalidad en dichos grupos etáreos;
b) teóricamente puede deducirse que el incremento de la desocupación y subocupación no sólo se reflejará en la disminución del nivel de vida, sino en el incremento de las denominadas "violencia" y "patología" sociales;
c) determinadas medidas económicas pueden afectar directamente algunas causales de mortalidad y morbilidad; así, el aumento del costo del agua puede incidir notoriamente en la higiene corporal, alimenticia y de la vivienda;
d) hipotéticamente el incremento de la racionalidad productiva puede traducirse en el incremento de la morbilidad ocupacional;
e) los procesos de empobrecimiento relativo y absoluto, y los procesos migratorios rural-urbanos., tenderán  a afectar la oferta de servicios de salud y salubridad de modo diferencial. El posible incremento de los asentamientos "marginales" incrementará los problemas de saneamiento y salubridad;
f) el deterioro de la capacidad adquisitiva de los trabajadores y de los sectores medios dependientes, orientará su demanda de atención médica, tanto en el primer nivel de atención, como sobre todo en los niveles de mayor complejidad, a los servicios de seguridad social de los cuales son derechohabientes. Es decir que una parte del consumo médico que era "solucionado" por la práctica privada, tendrá que ser absorbido por los servicios públicos generando posibles "cuellos de botella" en la organización institucional.
Esto a su vez puede conducirá reducir la calidad de la atención médica, al aumentar el número de pacientes por médico.
g) si bien la incidencia del aumento del costo cotidiano de vida puede llevar a la reducción del automotor privado, no ocurrirá lo mismo con la contaminación proveniente de las actividades industriales. Respecto de la actual situación, que no configura nuevas problemáticas, sino que la crisis actual agudiza, las estrategias del sector salud se siguen implementando a partir de las líneas institucionalizadas previamente.
La revisión de las estrategias actuales implica su lectura en dos dimensiones, la de la continuidad de las acciones y la de las posibles alternativas gestadas por el sistema.
Desde la primera dimensión observamos:
 a) que continúa la hegemonía del Modelo Médico;
b) que la práctica médica dominante es la curativa en las principales instituciones del sector salud;
c) que sigue dominando la tendencia a incorporar profesionales médicos con énfasis en lo curativo;
d) que persiste la atención "desigual";
e) que la inversión en controles preventivos, sobre todo del medio ambiente, es reducida y muy inferior a las inversiones en la dimensión curativa;
f) que trata de desarrollarse la fusión organizativa del sector salud;
g) que en todos los casos, ya sean referidos a la programación de actividades, o ya sean tomadas las acciones en sí, son los criterios biológicos los que operan dominantemente, si bien son tomados en cuenta criterios de tipo económico, social y cultural.
Ahora bien, en los últimos años se vienen propugnando algunas medidas que aparentemente cuestionarían, o por lo menos establecerían una alternativa distinta respecto del modelo dominante. Las dos medidas básicas son las referidas al énfasis en la atención primaria y en la participación comunitaria por una parte, y a las propuestas de descentralización de los servicios centrando en unidades municipales o jurisdiccionales las funciones y actividades aplicativas. Ambas propuestas son en gran medida complementarias.
La revisión de esta "nueva" orientación supone la discusión de dos hechos: primero discriminar si estas actividades constituyen realmente una alternativa al modelo curativo; segundo establecer cuáles son sus articulaciones con las estrategias del sector salud, tanto a nivel nacional como internacional.
Como sabemos, la década de los setenta se caracterizó por el énfasis puesto por la Organización Mundial de la Sama (CMS) y las oficinas regionales, en nuestro caso la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en la extensión de los servicios de salud al conjunto de la población. Este proceso culminó en la Conferencia internacional de Alma Ata y en las propuestas de los diferentes programas de extensión de cobertura que se intentaron aplicar a Latinoamérica. Esta extensión de cobertura estaba basada en el desarrollo de recursos comunitarios de bajo costo y en el escalonamiento de los servicios de atención médica, lo que supuso la producción de recursos humanos comunitarios que se hicieran cargo del primer nivel de atención. Este primer nivel de atención suponía además la participación activa de la población en las acciones de atención y de salubridad.
Ahora bien, estas estrategias implicaban como uno de los principales criterios de prevención la participación real de la población suponían también una notable potencialidad en el abaratamiento de costos referido tanto a recursos materiales como humanos. Esta propuesta generada en un período, que podemos denominar de "pre-crisis" va a ser retomada y reformulada al irse incrementando el deterioro económico-social de los países del "tercer mundo"; y justamente será el Banco Mundial el que en 1980 proponga este tipo de medidas, dentro de un conjunto de propuestas de solución a los problemas de salud/enfermedad de los países "en desarrollo". Las medidas propugnadas por esta institución son:
a) incremento de la producción de alimentos básicos tradicionales del área;
b) aumento de la extensión de la escolaridad primaria;
c) planificación familiar;
d) extensión de cobertura, basada en recursos humanos de escasa preparación formal general y específica;
 e) eliminación de enfermedades transmisibles aplicando la tecnología médica y sanitaria moderna;
f) desarrollo de programas de educación para la salud.
Como vemos, estas medidas se articulan tanto con lo propuesto por las organizaciones de salud a nivel internacional, como con las tendencias dominantes en los llamados programas de salud rural a nivel de los Estados latinoamericanos. Estas propuestas también se relacionan con las dificultades de inversión en salud y en consecuencia con tratar de paliar el aumento de los costos de la "industria de la salud". Pero también se relaciona con la crisis de eficacia de la práctica médica.
En el caso mexicano estas propuestas se "retomarán pero no tanto a través del uso de personal tipo "médico descalzo", aun cuando existieron y existen programas que lo promovieron, sino sobre todo a través de médicos, paramédicos y pasantes de medicina. Además, el modelo curativo sigue dominando sus prácticas, y la dimensión de una real participación comunitaria es muy limitada. Es decir que la extensión de la atención primaria no sólo reproduce el modelo curativo, sino que tiende a legitimarlo. Por otra parte el incremento de las inversiones en salud siguen orientadas hacia los recursos humanos y hacia los medicamentos.
La atención primaria no constituye "en si'" una estrategia preventiva; en general racionaliza y refuncionaliza el modelo médico. El primer nivel sólo se configura como preventivo si realiza acciones preventivas, lo cual, aunque sea obvio, debe ser subrayado, y además, cuando dichas acciones implican la participación activa de los conjuntos sociales.
El énfasis en la atención primaria exclusivamente curativa, tiende más a la legitimación que a la acción modificadora de las condiciones de salud/enfermedad y halla en consecuencia un límite a sus acciones no sólo en dichas condiciones, sino en las propias posibilidades dadas la reducción potencial de las inversiones en salud.
Este proceso implicó teóricamente la participación comunitaria; se proyectó sobre áreas rurales y en segundo lugar sobre áreas "marginales", y en general se propició una participación pasiva, subordinada, que no interviene en los niveles decisorios. Respecto de la salud en la fábrica, prácticamente no se han impulsado experiencias de participación real, es decir, autónomas o por lo menos de coparticipación efectiva.
Si bien a nivel de los organismos decisorios aparecen ponderadas las condiciones de salubridad, de prevención, de participación; lo real es que estas propuestas no son llevadas a cabo con el mismo nivel de inversiones económicas y con la misma continuidad que las prácticas curativas.
Asumir la participación subordinada, enfatizar las consecuencias negativas de la contaminación industrial sin poder operar radicalmente sobre ellas da cuenta por una parte del conocimiento de los factores sociales, económicos y políticos, y no meramente técnicos, pero también da cuenta de las limitaciones ideológicas y económico-políticas que operan en y sobre el modelo médico hegemónico.
REFERENCIAS:
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[1].- Antropólogo y Maestro en Salud Pública, Actualmente dirige el proyecto de Antropología Médica del Centro de investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social de México


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