jueves, 7 de julio de 2011

RAFAEL CORREA DELGADO: DISCURSO DE ORDEN PRONUNCIADO EN LA CONMEMORACIÓN DEL 199° ANIVERSARIO DE LA GESTA HEROICA EN LA QUE NUESTROS LIBERTADORES Y LIBERTADORAS SUSCRIBIERON EL ACTA MEDIANTE LA CUAL SE DECLARÓ SOLEMNEMENTE NUESTRA INDEPENDENCIA..


Muchísimas gracias. ¡Que viva Venezuela, por supuesto! ¡Y que viva nuestra América!
Después de ese maravilloso documento leído por el Padre Numa Molina, esa maravillosa Declaración de Principios Universales como es el Acta de Independencia venezolana, más la introducción hecha por el Padre basada en la doctrina social de la Iglesia, en el Evangelio, quiero decirle, Padre, que me ilustró mucho esa doctrina social de la Iglesia y del Evangelio en la Teología de la Liberación, por supuesto, para el pensamiento político, económico y social. (Aplausos).
No es mucho lo que se puede agregar, pero intentaré hacerlo. Pensaba centrar mi intervención, sobre todo, no sólo en la necesidad sino en la urgencia de la integración de nuestros pueblos.
Pero bueno, dadas las palabras del Padre, me referiré también un poco a esa necesidad de justicia de la que nos habla la Encíclica Centesimus Annus del Papa Juan Pablo II, y cómo el Socialismo del Siglo XXI se puede definir en una sola palabra: Justicia. Justicia social, justicia regional, justicia étnica, justicia de género, justicia intergeneracional. (Aplausos).
Muchas gracias por sus palabras de reconocimiento al haber traído simbólicamente los restos de nuestra Manuelita, la Manuelita de nuestra América, a esta tierra hermana, a este pedacito de la Gran Patria que es Venezuela.
Ustedes saben que no soy hombre de falsa modestia, pero les digo de corazón, no lo merezco, en verdad quienes han llevado adelante estas iniciativas son maravillosas mujeres, compañeras ecuatorianas. (Aplausos).
Como, por ejemplo, esa querida compañera Viceprefecta de Pichincha, Marcela Costales, quien no nos acompañó el día de hoy, pero desde aquí un inmenso saludo y la gratitud por su iniciativa; pero sí nos acompañan otras asambleístas que participaron  entusiastamente en estas iniciativas como María Augusta Calle y otras muchas compañeras que estuvieron en este reencuentro de Manuelita con su patria y, sobre todo, con su Simón. Deben estar los dos muy felices desde algún lugar del infinito y mirando que sus sueños se están haciendo realidad, porque no le vamos a fallar ni a Manuelita ni al Libertador ni a nuestro pueblo. (Aplausos).
Querido Presidente y Comandante Hugo Chávez, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela; diputada Cilia Flores, Presidenta de la Asamblea Nacional; distinguidos integrantes de la Junta Directiva de la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela; señor Elías Jaua, Vicepresidente Ejecutivo de la República Bolivariana de Venezuela; Diputados y Diputadas de la Asamblea Nacional; Ministras y Ministros del Gabinete Ejecutivo de la República Bolivariana de Venezuela; Ministras y Ministros del Gobierno ecuatoriano que me acompañan en esta delegación, todos altos funcionarios del Gobierno; queridos asambleístas varones y asambleístas mujeres –lo digo así porque tenemos equidad de género estricta allá en la Asamblea Nacional ecuatoriana, (Aplausos) por ley, por Constitución–, quienes nos acompañan esta tarde en esta celebración conjunta con el pueblo venezolano; señores Embajadores, encargados de negocios y representantes de organismos internacionales de países amigos acreditados ante el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela; señores miembros del Alto Mando Militar –tengo entendido que también es el Día de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana–, felicitaciones. Una Fuerza Armada que realmente responda y represente a su pueblo.
Ciudadanos y ciudadanas de la República Bolivariana de Venezuela y del Estado Plurinacional –dice nuestra Constitución– del Ecuador, y ciudadanos y ciudadanas de toda nuestra América: Hace más de 200 años, en Quito, Eugenio de Santa Cruz y Espejo, con la edición de las Primicias de la cultura de Quito, se constituía en el autor intelectual del movimiento libertario del 10 de agosto de 1809, sembraba el futuro, levantaba llamaradas de dignidad, inflamaba los corazones, agrandaba los espíritus con sueños de libertad. Andrés Bello, tal vez el humanista más sensible de su tiempo, fundaba la Gazeta de Caracas. Dos voces cercanas en el tiempo, unidas por los mismos ideales, forjaban la insurrección, conspiraban, cargaban ideas, poderosas herramientas para la emancipación de las conciencias en esos tiempos de batallas en la que nuestros pueblos asumieron la libertad como una urgencia de vida, que desembocaron en el 10 de agosto de 1809 en Quito, en el 16 de abril de 1810 en Caracas. Los vientos soplaban a favor de los insumisos, de los rebeldes, a favor de la utopía libertaria.
Sufrimos juntos también las masacres del 2 de agosto de 1810 en Quito y de abril de 1812 en suelo venezolano. Poco después Bolívar con una mirada amplia y profunda cubre a nuestra América, al Río de la Plata, Nueva Granada, México, Perú, Venezuela, las islas de Puerto Rico y Cuba, Panamá, Ecuador, Guatemala, son observados por la inteligencia aguda del Libertador.
Cada región con sus propias condiciones, fortalezas e infortunios es analizada por el factor común, la columna vertebral que conforma el ideario de Bolívar, que es la necesaria unidad de todos los pueblos como afluentes del gran océano independentista. Esta lucha se va construyendo con Eugenio de Santa Cruz y Espejo, Francisco de Miranda, Andrés Bello y Antonio Nariño, se nutre del sacrificio de los mártires de Quito, de Caracas, de Chuquisaca, de la junta Tuitiva en el Alto Perú, este combate se tiñe con la sangre de agosto en Quito y de abril en Caracas, de los patriotas de Buenos Aires. Esta lucha nos pertenece, como nos pertenece la herencia y dignidad legada por quienes ofrendaron su vida por la libertad. (Aplausos).
Esa es la bandera que recoge en su lucha de más de 30 años el General Eloy Alfaro Delgado, esa es la consigna que levantaron los montoneros, los pobres del campo y las ciudades, los hombres y mujeres, los jóvenes que sellaron con su sangre la Revolución Liberal del Ecuador, y fue 100 años después de la gesta libertaria bolivariana que volvió a despertar el pueblo liderado por Alfaro, para quien en la demora está el peligro. Nuestro viejo luchador gozó de la hospitalidad venezolana.
Es conocida la generosidad con la que lo trataron aquí a nuestro líder revolucionario, junto al Jefe Supremo de la República de Venezuela, Don Cipriano Castro, y el Presidente de la República de Nicaragua, Don José Santos Zelaya, firmaron el Pacto de la Triple Alianza para resguardar a nuestros pueblos de las agresiones. “El indio” Alfaro, como despectivamente lo llamaba la oligarquía ecuatoriana, instituyó en el Ecuador, a costa de su propia vida, la libertad del pensamiento, la enseñanza pública, laica y obligatoria. La luz de la modernidad en tiempos del atrabiliario oscurantismo, cabalgaba Don Eloy en la oscuridad de esas épocas buscando auroras de dignidad y de progreso para las mayorías: bolivarianos, internacionalistas, solidarios, integracionistas. Entendió que la unión en libertad de los pueblos latinoamericanos constituye un deber insoslayable de los revolucionarios.
Don Eloy Alfaro, más que liberal, era radical. Los liberales de ese tiempo buscaban propiciar cambios, los radicales buscaban la revolución, y más que de una revolución radical podemos hablar de una revolución alfarista, porque fue mucho más que un simple liberalismo y por eso se empeñó en defender las libertades públicas, en proteger el mercado interno y en promover el desarrollo nacional.
Ahora, a 100 años de la revolución de los descalzos, de los mal comidos y peor dormidos, se vuelven a despertar los que siguen teniendo hambre y sed de justicia, los combatientes, y este despertar definitivo es incontenible, contagioso y torrencial. Ahora que entregábamos simbólicamente la presencia de Manuela Sáenz, la Libertadora del Libertador, que con un puñado de tierra vinimos a dejar parte de la memoria, tierra enamorada, de la tierra que cobija al más grande de los libertadores, decíamos que no sólo la Espada de Bolívar camina por América Latina, el amor en armas de Manuela también cabalga por montañas y llanos. (Aplausos).
El amor en armas de Manuela también cabalga por montañas y llanos, por las selvas y las playas, y junto al machete de Eloy Alfaro están convocándonos a una nueva gesta de dignidad y de esperanza, diremos parafraseando a José Martí, que el trabajo libertario de Simón Bolívar y de Eloy Alfaro está todavía por hacerse.
  Nuestros pueblos siguen luchando para lograr nuestra segunda y definitiva independencia, la cual como en Angostura, Jamaica, Cartagena y en todas las proclamas independentistas del Libertador, representa soberanía e integración, la Patria Grande, libre y soberana.
Para ello y por ello, precisamente, es que hemos creado la Unión de Naciones de Suramérica, Unasur, y muy pocas veces la integración ha sido tan importante para enfrentar una globalización neoliberal, inhumana y cruel, que no ha buscado crear una sociedad global, sino tan sólo un mercado global; que no busca engendrar ciudadanos planetarios, sino tan sólo consumidores planetarios; que criminalizan cada vez más la principal movilidad humana, pero buscan cada día mayor velocidad y menor costo para la movilización de capitales y mercancías.
El Padre Molina se refería a la Encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II. En verdad, esa encíclica la realizó Juan Pablo II por los 100 años de la encíclica de León XIII, Rerum Novarum, que fue el inicio de la doctrina social de la Iglesia.
El Rerum Novarum fue una respuesta –con todo cariño, Padre– un poco tardía, o bastante tardía, de la Iglesia a los abusos que cometía el entonces llamado capitalismo salvaje, que nació con la Revolución Industrial. Un poco tardía porque la Revolución Industrial se dio a finales del siglo XVIII, y esa repuesta tan contundente de León XIII recién se dio a fínales del siglo XIX.
En todo caso, se denunciaban las condiciones laborales inhumanas, la explotación del hombre por el hombre, el capitalismo salvaje que se vivía en esos tiempos y fue una voz de alerta, de alto, de ética, de moral, de justicia para parar esos abusos del capital.
Con todo cariño, como católico practicante, todavía esperamos una encíclica así, por parte de la Iglesia para denunciar los excesos de esta globalización. (Aplausos).
 Lo decía hace poco en una conferencia que me invitaron a dar en la London School of Economics, el rol del cristiano en un mundo secularizado, porque la situación que vivimos es muy similar, análoga diríamos, ese capitalismo salvaje que denunciaba León XIII. Sin embargo, ahora la explotación se da a través de naciones, no al interior de naciones; por supuesto continúa al interior de naciones, se reproduce al interior de esas naciones.
Les insisto, no sé cómo éticamente los países llamados desarrollados van a poder explicar a estas generaciones y a las futuras, cómo se buscaba cada vez mayor movilidad de mercancías, de capitales, pero se criminalizaba la principal movilidad, un derecho humano, como es la migración, la movilidad humana.
¿Cómo podremos explicar el ponernos a competir entre naciones? ¿Cómo hemos competido en los últimos años en las naciones latinoamericanas? ¿Cómo no tenemos acceso o no nos hemos dado acceso suficiente a tecnologías, a desarrollos, a ciencias, etcétera, que permitan mejorar productividad, competitividad, por esas vías? Hemos competido precarizando nuestra fuerza laboral.
Y ahí viene otro de los grandes mitos: Se nos trata de acusar, al Socialismo del Siglo XXI, como si estamos en contra de la libertad humana. Nada más lejos de la verdad. Creemos, respetamos y buscamos con todas nuestras energías la libertad humana. (Aplausos).
Pero “libertad sin justicia es lo más parecido a la esclavitud,” como lo decía Juan Pablo II en la Encíclica Centesimus Annus. ¿Cuál es la elección que tiene un obrero entre aceptar un salario de miseria o morirse de hambre en el desempleo? ¿Cuáles eran las opciones que tenía nuestra gente en la larga y triste noche neoliberal? ¿Cuáles son las opciones que tienen nuestras naciones en esta globalización que nos pone a competir entre naciones, en vez de cooperar, coordinar, complementarse entre países hermanos?
 No podemos seguir cayendo en ese absurdo, es esa otra de las urgencias y motivaciones de la integración, con cosas tan sencillas, como por ejemplo tener a nivel regional políticas laborales comunes y salarios mínimos comunes para no competir en base a la explotación de nuestros trabajadores. (Aplausos).
Quiero decirles que Socialismo del Siglo XXI es justicia y creemos en la libertad. Pero libertad sin justicia, al menos en nuestro medio, es lo más parecido a la explotación y a la esclavitud. Perdonen que haga esta disgresión, pero por las hermosas palabras del Padre, yo soy católico practicante, aunque respeto mucho el Iaicismo del Estado.
Nos llamamos el continente más cristiano del mundo, pero también somos el continente más desigual del mundo, algo ahí no coincide, algo no cuadra, algo anda terriblemente mal, más aun cuando el signo más recurrente en el Evangelio es el compartir el pan ¿verdad? Lo último que hace Jesús antes de su Pasión es compartir el pan. Después de su resurrección ¿cómo lo reconocen? Al partir el pan lo reconocieron, y estamos en un continente donde el pan se acumulaba en muy pocas manos y se sigue acumulando.
Estamos luchando por evitar esa cruel situación, pero todavía no lo logramos totalmente. Por eso el Socialismo del Siglo XXI, para inaugurar una América verdaderamente justa, desde ese punto de vista cristiano, y el socialismo ecuatoriano se nutre no sólo del socialismo clásico, no sólo del socialismo indoamericano en Mariátegui, sino de ese socialismo de la doctrina social de la Iglesia, de la teología, de la liberación, de las propias escrituras. Por eso el Socialismo del Siglo XXI busca que se comparta ese pan, busca ser ese continente de justicia y solidaridad. (Aplausos).
Coincidimos totalmente en sus palabras, Padre; por supuesto en las palabras de Juan Pablo II, que no puede haber verdadera libertad sin justicia, y en eso les insisto, reiteramos nuestro compromiso, es lo que buscamos los nuevos socialistas de nuestra América. (Aplausos).
 Podemos conformar la cuarta o quinta economía más grande del mundo, con una población de 380 millones de personas en 17 millones de kilómetros cuadrados, con un tercio de las fuentes de agua dulce del Planeta; ubicada en el primer lugar en la producción mundial de alimentos y con reservas de hidrocarburos para los próximos 100 años.
Tenemos que buscar las herramientas adecuadas para el resurgimiento de nuestros pueblos, para –como aspiraba José Gervasio Artigas– depender de nuestras propias fuerzas.
Es la historia común, pero también los sueños compartidos lo que nos guía a reafirmar nuestra determinación de construir una identidad y ciudadanía suramericana; desarrollar un espacio regional integrado en lo político, económico, social, cultural, ambiental, energético, de infraestructura, etcétera, para contribuir al fortalecimiento de la unidad, para encaminar nuestra historia, por fin y para siempre, hacia la constitución de la Patria grande con la que soñaron nuestros libertadores.
Reafirmo por mi parte lo que manifesté al recibir la Presidencia pro tempore de Unasur. Tal vez los europeos tendrán que explicar a sus hijos el porqué se unieron, pero nosotros tendremos que explicarles a los nuestros el porqué nos demoramos tanto. (Aplausos).
Decía Bolívar en la Carta de Jamaica, fechada en 1815: “Los americanos, en el sistema español que está en vigor, y quizá con mayor fuerza que nunca, no ocupan otro lugar en la sociedad que el de siervos propios para el trabajo, y cuando más el de simples consumidores…”
A la visión iluminada del Libertador que describe este panorama, solamente habría que cambiarle la referencia del sistema español por el del neoliberalismo, y aparecería escrito en nuestros días.
Asamblea Nacional / 9
Durante más de dos décadas, no hubo en el mundo otro horizonte que el autorizado por los entusiastas del fin de la historia, que aplicaron en todas partes las recetas emanadas del Consenso de Washington, los programas de ajustes del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, y lo hicieron con particular y redoblado entusiasmo en nuestra América, debido a la esterilidad que sufrimos por décadas en cuanto a la producción de un pensamiento propio, así como debido a la obsecuencia de tecnócratas y oligarquías entreguistas, apátridas.
En semejante situación, Venezuela se atrevió a desafiar esa cruel realidad y con su portentoso despertar democrático llevó al triunfo a la Revolución Bolivariana. (Aplausos).
Lo recordamos muy bien. Venezuela, la Patria del Libertador, la Patria de Sucre, convertida en símbolo universal de la superficialidad. Siete décadas de petróleo, de riqueza abrumadora; medio siglo como primera potencia petrolera mundial, y esta Venezuela llegó a ostentar el dudoso honor de haber logrado producir, casa adentro, hasta el 80% de miseria.
El Presidente Hugo Chávez empezó solo y estuvo solo durante varios años. Solo es un decir, porque en realidad jamás lo estuvo, jamás el pueblo venezolano dejó de tener el apoyo solidario de los pueblos de nuestra América. (Aplausos).
Sin embargo les tengo que decir, si ahora es tan difícil, me imagino cómo habrá sido para este hombre, cuando en el 98 contra el mundo entero sacaba adelante a su Venezuela. ¡Comandante, un abrazo solidario y lleno de admiración para usted! (Aplausos).
Jamás el pueblo venezolano dejó de tener el apoyo solidario de los pueblos de nuestra América, en su admirable lucha por mejorar las condiciones de vida de sus habitantes; por construir un Estado social de democracia y bienestar; por recuperar y sembrar las riquezas de ingentes recursos naturales, especialmente el petróleo; por construir la Patria grande, la alternativa integradora que ha abierto un camino promisorio de progreso y bienestar a los pueblos del sur en el tiempos de globalización, cuando el mundo se vuelve multipolar y la crisis mundial del capitalismo ha dejado al descubierto lo falaz y criminal del neoliberalismo.
Suramérica y el Caribe, construimos nuestra integración. No se trata de lograr la unanimidad ideológica, acaso imposible y ni siquiera deseable; se trata de aquello que el propio Presidente Chávez ha planteado: “O nos unimos o nos hundimos.”
Son gigantescos los desafíos que nos quedan por delante, pero es más grande aún nuestra esperanza. Uno de los grandes enigmas del desarrollo es por qué nuestra América no se desarrolló y la del norte sí lo hizo, cuando en la nuestra existían civilizaciones y adelantos tecnológicos mucho mayores que en las del norte. No hay respuestas únicas ni simples, una de ellas puede ser la clase de colonización que tuvimos, brutal, excluyente, pero aquello ya acabó hace 200 años. ¿Qué nos pasó? ¿Qué nos sigue pasando? Insisto, no hay respuestas simples y hay muchas autocríticas que hacernos. Pero sin duda, una de las respuestas es nuestra desunión.
Hace 200 años, Antonio José de Sucre denunciaba el aperturismo anticipándose en casi dos siglos a la denuncia de los entusiastas de hoy que claman por los Tratados de Libre Comercio. Sucre tuvo la clarividencia de defender la industria nacional en el Ecuador, el derecho de nuestro país al desarrollo de su manufactura, de su producción local, cuando el aperturismo de Santander terminó liquidando la producción textilera. ¿Qué tal si desde entonces hubiéramos perseverado la integración y la colaboración, en vez de la competencia entre latinoamericanos? Hemos señalado la crisis de pensamientos, la falta de pensamiento propio que dominó la escena académica y política también de América Latina durante largos años. No sólo el neoliberalismo.
Mariátegui nos advertía, mucho antes, del peligro de ser copicalcos, del peligro de volvernos repetidores de fórmulas y recetas. Busquemos respuestas en función de nuestras propias necesidades, valores y misiones, y no en base a paradigmas que reflejan tan sólo intereses y experiencias, y hasta las más vulgares conveniencias de países y grupos hegemónicos.
 Desde Unasur podemos y debemos crear, por ejemplo, una nueva arquitectura financiera regional, como un paso fundamental para la optimización de la utilización del ahorro regional y para hacer a Suramérica menos vulnerable a las crisis mundiales como la que estamos viviendo, de la cual no fuimos causantes, sino tan sólo víctimas. Sólo así tendremos a nuestra América más soberana y mucho más eficiente en el uso de sus recursos.
Los ejes para esta nueva arquitectura financiera regional son tres: El Banco del Sur, un fondo común de reservas y un sistema de pago monetario común, que pueden comenzar con una moneda contable regional como lo hizo la Unión Europea con el ecu. (Aplausos).
En cuanto al Banco del Sur y al Fondo Común de Reservas, su justificación es muy simple: Al mismo tiempo que los países latinoamericanos buscan financiamientos, la región tiene centenares de miles de millones de dólares en reservas invertidos en el Primer Mundo, lo cual constituye un verdadero absurdo. Lejos de ser los países del norte los que financien a los países del sur, somos en realidad –y escúcheseme bien– desde el sur, exportadores netos de financiamiento al norte.
Como manifestaba cuando inaugurábamos el Primer Encuentro de Presidentes de Parlamentos del Unasur en la ciudad de Quito, donde tuvimos el placer de recibir también a Cilia. De acuerdo al World Economic Situation and Prospect 2008, del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU, en el año 2006 las transferencias financieras netas de América Latina a los países desarrollados fueron de 127 mil millones de dólares. Eso significa que más es lo que dimos que lo que recibimos en 127 mil millones de dólares, y son casi 100 mil millones de dólares en el 2007.
Adicionalmente al absurdo, insisto, de estar financiando a los países más ricos, perdemos centenares de millones de dólares por otro inmenso absurdo al recibir bajísimos rendimientos por nuestras reservas depositadas en el exterior mientras que nos prestan nuestros mismos dólares –porque los billetes no están marcados– a tasas
 mucho más altas. ¿Quién entiende todo esto? El traer esas reservas, juntarlas y administrarlas adecuadamente para financiar el desarrollo de nuestra propia región, así como utilizarlas para respaldar potenciales crisis financieras y de balances de pagos a través de un Fondo de Reservas Regional, más que un imperativo económico, constituye un imperativo del sentido común.
Por otro lado, con el inicio de una moneda contable y un sistema regional de pagos, la región podrá reducir los requerimientos artificiales de dólares en el comercio regional y en los mercados financieros, con lo que la nueva arquitectura financiera regional nos permitirá tener políticas monetarias y, en general, de desarrollo mucho más autónomas, sin depender de los caprichos de un supuesto mercado internacional. Incluso impedirá que paguemos una ilegítima remuneración: el señoreaje, a las potencias emisoras de las monedas utilizadas para el intercambio inter-regional. Señoreaje es un término de la Edad Media, significa el ingreso que recibe el señor feudal sólo por el hecho de emitir monedas. ¿De dónde viene ese ingreso? Muy fácil, ejemplo actual: Si Venezuela produce una silla que vale 10 dólares y comerciamos en dólares, Estados Unidos sólo emitiendo un billete de 10 dólares se está apoderando de una silla venezolana, ese es el ingreso por señoreaje y significa miles de millones de dólares de transferencia anual de nuestros países, al emisor de la moneda que sirve para el intercambio. No podemos continuar con estas barbaridades.
Han sido absurdos que hemos sostenido durante demasiado tiempo y han roto cualquier lógica, cualquier racionalidad, cuando los pobres somos los que realmente al final del día, estamos sosteniendo a los ricos.
De esta forma, la nueva arquitectura financiera regional será un paso trascendental para una verdadera soberanía e independencia en nuestras naciones. Éstas no son fantasías y esas son las buenas noticias, por el contrario, ya algunas cosas con diferentes dimensiones y alcances son realidades. Ya existe en los países del ALBA, Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, (Aplausos) el Sistema Único de Compensaciones Regional por Pagos (Sucre), para no depender del dólar en nuestras transacciones y aminorar los costos de nuestros intercambios comerciales. (Aplausos).
 ¿Cómo funciona esto? Si yo negocio con Venezuela, le vendo 100 millones de exportaciones ecuatorianas y compramos 150 millones de importaciones venezolanas, en vez de requerir 250 millones para movilizar estos intercambios, con el Sucre sólo se tendrá que transferir el saldo, es decir, sólo 50 millones. ¿Y por qué no, en el futuro incluso, tener una moneda regional propia para que ni siquiera las compensaciones se tengan que realizar en dólares? El día de mañana es un día histórico para Venezuela, Ecuador y para el ALBA, pues realizaremos la primera transacción a través del Sistema Único de Compensación Regional (Sucre). (Aplausos). ¡Y de aquí hacia delante, sin mirar atrás!
En esencia, la iniciativa Sucre busca minimizar todos los costos de transacción y también los costos cambiarios que tanto obstaculizan al comercio regional en América Latina, pero una de las grandes innovaciones del Sucre será la creación de una moneda electrónica, desacoplada del dólar y cuya función básica será la de constituirse en una unidad de cuenta común para la valoración de los pagos internacionales como ocurrió, insisto, con el ecu en la Unión Europea.
Queridas amigas y amigos, ya lo dijo nuestra queridísima amiga, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, hace poco, en este mismo escenario, cito: “En este nuevo despertar de nuestros pueblos estamos mucho más cerca que nunca de cumplir los sueños de integración de nuestros próceres más visionarios, de Bolívar, de San Martín, de Artigas, de O'Higgins”.
En esta hora debemos repetir con Martí: “Quiere el cielo que sean pocos los que continúen de espaldas a la patria, y soñar despiertos con Bolívar, que estamos llamados a ser la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria”. (Aplausos)
Simón Rodríguez, el maestro del Libertador, clarividente y lúcido, nos dijo con voz clara y fecunda: “La América Española es original, originales han de ser sus instituciones y su gobierno, y originales sus medios de fundar uno y otro. O inventamos o erramos”. (Aplausos).
 Y éste es un mensaje muy poderoso para aquellos que vamos por la vía alternativa, una vía de justicia, de dignidad, de soberanía; no de sumisión, de sometimiento de los poderes de siempre. Tenemos que reinventarnos, compañeros, cada día. Y el mayor peligro –escúcheseme bien– para los socialistas del siglo XXI, no son los escuálidos, no son los pitiyanquis, no son los pelucones, ya ellos están derrotados como la gente los identifica, como los enemigos de la patria; son aquellos que toman nuestras propias banderas y con fundamentalismos, infantilismos absurdos, ridículos, tomando nuestro propio discurso, le hacen un gran daño al avance del socialismo, a los cambios que necesita la región. Hay que estar muy atentos.
Permítanme hacer una nueva digresión para referirme un poco a esto. Estar muy atentos con ese izquierdismo infantil del cual nos hablaba Pepe Mujica, el izquierdismo del todo o nada, que es el mejor aliado del statu quo. Con ese ecologismo infantil que pretende presentar al ser humano como un estorbo en la naturaleza y, no, no estamos de acuerdo en que sea lo único importante en la naturaleza, pero sí es lo más importante de la naturaleza; y quieren impedirnos extraer nuestros recursos naturales, ser mendigos sentados en un saco de oro, vivir pobreza, miseria, para absurdos extremismos ambientalistas.
Creemos que tenemos solvencia para hablar de esto. No hay Constitución más verde en la historia de la humanidad que la nueva Constitución de la revolución ciudadana en Ecuador que por primera vez otorga derechos a la naturaleza. (Aplausos)
Pero no podemos caer en esos sinsentidos de pretender –insisto– que el ser humano es poco menos que un estorbo y ser mendigos sentados en un saco de oro y no aprovechar las inmensas riquezas que la naturaleza nos ha provisto; y también hay que estar muy atentos con un problema que está naciendo en Bolivia, en Ecuador y probablemente pueda suceder en Venezuela, como el indigenismo infantil.
El pretender mitificar a cierta dirigencia indígena, esas posiciones que no resisten el menor análisis, apologías del primitivismo, apologías de la pobreza, apologías de supuestos ejemplos de vida, cuando hemos ensayado una y otra vez esas fórmulas y no han dado resultados, como decía Einstein: “Insanidad es hacer la misma cosa una y otra vez y esperar resultados diferentes.”
 Qué daño hacen aquéllos que dicen muchas veces apoyar a ciertos grupos indígenas. Yo soy indigenista, he trabajado con indígenas, creo en el movimiento indígena como proceso histórico, pero también estamos muy conscientes de que cierta dirigencia indígena ha perdido totalmente el rumbo, y son los mejores heraldos del poder fáctico de siempre para mantener el statu quo, y qué daño se hace con el paternalismo, con la mitificación quitándole la capacidad autocrítica. A un pueblo que se le quita la capacidad autocrítica se le condena a la inmovilidad, se le condena al fracaso. (Aplausos)
Y en esto también tiene muchísimo que ver el cambio cultural. Que lo hablábamos con el Presidente Chávez y me dio mucha satisfacción escuchar su visión en este aspecto, cambio cultural, superar esa manía de echarle siempre la culpa a terceros, siempre la culpa de nuestras desgracias fueron los demás, nunca nosotros mismos. En consecuencia, no tenemos que cambiar nada, tienen que cambiar los demás porque nosotros somos los buenos, ellos los malos.
Insisto, así no salen adelante los pueblos, hasta nos inventamos toda una teoría, la teoría de la dependencia, ¿verdad? Nosotros éramos pobres porque los otros eran ricos y no es cierto, hay mucho de cierto pero no es totalmente cierto. Y por supuesto, hay mucho de cierto que hemos sido víctimas de explotación, que hay gente que le conviene nuestra pobreza, pero no neguemos nuestras responsabilidades.
Después de 200 años qué nos falló. Tengamos conciencia que los principales autores de nuestra situación somos nosotros mismos, así como también podemos ser los principales sujetos de nuestra liberación y de nuestra independencia. (Aplausos)
Compañeras, compañeros, vengo desde mi patria ecuatorial para entregar a las venezolanas, a los venezolanos, un gran abrazo fraternal; vengo a esta patria llanera y altiva para renovar los votos de nuestro destino común, vengo con mensajes de cariño, de paz y unidad, que son ahora, sobre la base de la equidad y de la justicia, la gran meta de todos nuestros pueblos.
  Somos del sur, seres humanos con todos los colores en la piel, con el alma llena de banderas; pueblos, naciones con un sueño común de unidad, de soberanía, para cantar en libertad, para decirle al mundo que vamos a integrarnos para defender la vida, para honrar la vida como hermanos diversos, pero nunca más indiferentes, diversos pero nunca más desiguales.
Vamos con la presencia tutelar de Simón Bolívar, de Eloy Alfaro, de Manuelita, de todos los hombres y mujeres honestos, laboriosos y revolucionarios de la patria, a vencer al pasado con estrategias conjuntas, con un canto nuevo que nos reafirme como hermanos.
Ahora nos toca a nosotros. Los pueblos no nos perdonarán si no logramos avanzar en la integración de nuestra América, para usar la entrañable concepción de Martí. Ya no son válidos el “no pudimos”, “no nos dejaron”, por esta historia hay sueños compartidos de sangre derramada y utopías por construir, tenemos que reafirmar el compromiso profundo con la integración de nuestros pueblos.
Nuestra segunda independencia es la consecuencia lógica, inexorable, de la unidad que nos manda desde la historia nuestro común Libertador, quien, como dice el Presidente Chávez, pensaba en siglos y miraba en continentes. Hace 200 años Bolívar se jugaba la vida, como lo haría más tarde el Che, por la causa libertaria. El sueño de Bolívar está por cumplirse. ¡No vamos a fallarte, Libertador! (Aplausos)
¡Que viva Venezuela! ¡Que viva Ecuador! ¡Y que viva la patria grande!
¡Hasta la victoria siempre, hermanas y hermanos venezolanos! (Aplausos de pie

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