domingo, 1 de julio de 2012

Oswaldo Garrido: CONSIDERACIONES TEÓRICAS SOBRE EL MODELO DEMOCRÁTICO REPRESENTATIVO: SISTEMA DE PARTIDOS POLÍTICOS EN VENEZUELA.


CONSIDERACIONES TEÓRICAS SOBRE EL MODELO DEMOCRÁTICO REPRESENTATIVO: SISTEMA DE PARTIDOS POLÍTICOS  EN VENEZUELA.

Realizado por Oswaldo Garrido.[1]

La construcción del sistema político venezolano, iniciado a principio del siglo  XIX, ha sido compleja y conflictiva. Por un lado, los escenarios producidos por el abierto enfrenamiento entre el pensamiento político liberal y el marxismo. Por otro lado, la conformación del sistema político moderno, se produce como un proceso lento que fue configurándose al calor de la lucha y el acomodo de las élites caudillistas, que aplicaron el “anillo de hierro”.

Este “añillo de hierro”, sesgò la posibilidad de consolidar un sistema de partidos políticos, los que existían en ese momento histórico, tenían una escasa autonomía, y  estaban atados a los principales lideres militares que irrumpieron en la política. Un ejemplo concreto de esta maniobra, se observa en el propio seno del Partido Liberal, cuando una vez que Joaquín Crespo había gobernado de 1884 a 1886 con el apoyo de Guzmán Blanco,  lo que significaba que aunque en el papel Guzmán Blanco era el presidente de la República, Crespo seguía manteniendo el control sobre el Congreso, cuerpos legislativos, y otras instancias políticas; lo que en definitiva le permitía permanecer cerca del aparato político.

El resultado de la aplicación de prácticas como el "Anillo de Hierro", derivó en la formación de una cultura política de alta desconfianza en las instituciones del Estado, una actitud refractaria ante las posibilidades reales de participación política y en muchas circunstancias la ruptura violenta en contra del marco constitucional vigente. En definitiva, fue en este contexto de baja autonomía de las estructuras y subsistemas, que garantizaran la estabilidad política donde se produjeron movimientos contra-legitimadores, los cuales impugnaban las maniobras tendientes a mantener las élites en el poder.

Este factor, aunado al proceso económico y social que transito Venezuela pulverizó a  los viejos partidos políticos: liberal y conservador. Situación que no ocurrió en países  como Colombia, donde hasta bien entrado el siglo XX, el problema de la tierra  se encontraba irresuelta, y se produce el surgimiento de la burguesía nacional  emparentada con la oligarquía terrateniente.

En ese sentido, el sistema político venezolano moderno, comienza a dibujarse a partir de la expansión del sistema capitalista a mediados del siglo XIX,  que en el  país alcanzo un  ritmo acelerado, producto las condiciones impuesta por la actividad petrolera, muy ligada a los países desarrollados.

A mediado del siglo XX, se produce en  la sociedad venezolana el choque de tres proyectos políticos, de los cuales logra imponerse la democracia burguesa,  marcando la ruta nacional  hasta finales del siglo XX.

Por un lado, el proyecto de los viejos militares, representado por los viejos caudillos militares que añoraba el retorno del gobierno del general Gómez, lo cual demanda la presencia de un cesarismo que garantizara orden y progreso.

Por otro lado, el proyecto militar-cívico de  Eleazar López Contreras y Medina Angarita, el cual tenía como fin generar procesos modernizadores que permitieran avanzar en la construcción de  las condiciones de modernidad necesaria a la fase que vive el capitalismo, después de su último reparto del mundo.

Además,  la irrupción de la generación del 28, que luego de un prolongado exilio, introduce en el país las nuevas ideologías (socialismo, marxismo, democracia) a las cuales no pueden adaptarse viejos líderes contemporáneos con Gómez. En tal sentido, una doctrina como el liberalismo que fue central durante todo el siglo XIX, pierde su vigencia ante el surgimiento de ideas tales como la lucha de clases, la socialdemocracia, los partidos poli-clasistas y la importancia del Estado como agente planificador de economía.

Este grupo de venezolanos se agruparon en torno a la plataforma política de la socialdemocracia y terminaron fundando el partido político Acción Democrática, siendo sus antecedentes la Agrupación Revolucionaria de Izquierda (ARDI) constituida en Colombia por Rómulo Betancourt y otros exiliados venezolanos (1931). A este partido siguió en 1936 el Movimiento de Organización Venezolana (ORVE), que al disolverse dio paso al Partido Democrático Nacional (PDN). Después surgió AD, creado en 1941, en torno a la candidatura presidencial del escritor Rómulo Gallegos, siendo sus fundadores además de  Betancourt, Andrés Eloy Blanco, Luis Augusto Dubuc, Juan Oropeza Riera, Gonzalo Barrios, Leonardo Ruiz Pineda, Jesús Ángel Paz Galarraga y Luis Beltrán Prieto Figueroa.

En cambio, la democracia cristiana, había constituido el partido Acción Nacional y la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), los cuales serian los antecedentes del Comité de Organización Política Electoral Independiente (C0PEI), muy vinculado a la iglesia y al fascismo español, cuyo líder de entonces era  Rafael Caldera.

En Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), fue un partido político venezolano de izquierda fundado el 8 de abril de 1960, como resultado de la primera división sufrida por Acción Democrática, fundamentalmente en sus órganos de juventud.

Posterior a su fundación, dado el escenario de confrontación con el gobierno de Rómulo Betancourt, el MIR,  decide ir a la lucha armada. Un sector del partido opuesto a estas acciones y liderado por Jorge Dáger, deciden fundar el 20 de agosto de 1962 la Fuerza Democrática Popular, partido que logró cerca del 10% de las votaciones en 1963. En 1965 otro sector del partido se retira y se suma al Partido Revolucionario de Integración Nacionalista (PRIN)

Luego a finales de 1968, el MIR enfrenta una fuerte controversia si continùa o no la lucha armada y se divide en tres grupos:

El  MIR principal, liderado por Domingo Alberto Rangel, abandona la lucha   armada, y apoya  a José Vicente Rangel y Teodoro Petkoff en las elecciones presidenciales de los años 1973, 1983 y 1988 ,  candidatos del Movimiento al Socialismo (MAS).

El grupo de Carlos Betancourt que fundan al Partido Bandera Roja, el 20 de enero de 1970 con una tendencia eminentemente rural guerrillera legalizado como partido en el año 2000 no sin antes haberse divido en varias escisiones y otro grupo liderado por Jorge Rodríguez y Marcos Gómez que deciden iniciar una lucha guerrillera urbana  combinada con medios legales, creando la Organización de Revolucionarios (OR) cuya fachada legal es "La Liga Socialista" y servirá para participar en las elecciones siendo dirigida por Carmelo Laborit, Jorge Rodríguez, Orlando Yajure, Oscar Bataglinni, Norelkis Meza y David Nieves.

Producto de su división interna en 1967, nace el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP),  luego de las pugnas internas por la elección del presidente de ese partido, así Luis Beltrán Prieto Figueroa, entonces presidente de AD decide retirarse de esa organización junto con otros líderes notables, entre ellos Jesús Ángel Paz Galárraga.
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 Américo Martín crea una nueva agrupación política llamada Nueva Alternativa, que se deblita luego de apoyar la ultima candidatura de José Vicente Rangel.

Finalmente, el sector  marxista leninista encabezado por Gustavo Machado,  reivindicaba la lucha de clases y el socialismo científico como la máxima aspiración de la juventud venezolana, funda el Partido Comunista de Venezuela, el 6 de marzo de 1931 con Juan Bautista Fuenmayor, Pío Tamayo, Rodolfo Quintero y otros revolucionarios, durante la dictadura del general Juan Vicente Gómez. Su nacimiento se produjo en la clandestinidad, tomando como antecedente la fundación del Partido Revolucionario Venezolano constituido en México en 1927, por un grupo de exiliados conformado por Gustavo Machado, Eduardo Machado y Salvador de la Plaza. (1)

De esta conflagración ideológica, se impone  Acción Democrática en alianza con un grupo de militares jóvenes, que institucionalizaron un proyecto modernizador, basado en un modelo de desarrollo capitalista (estado de bienestar, corporativo o fiduciario) y un sistema `populista de partidos políticos y conciliación de élites. (2)

Estas dos características que asumiría  la sociedad venezolana se concreta con el Pacto de Punto Fijo, el cual permitió la  implementación de las reglas de juego del sistema político y abrió el camino para la formulación de los pactos constitutivos básicos.

En su primera versión se pone en marcha durante el trienio adeco 1945-1948 con un marcado acento sectario y vanguardista que le valió su rápido reemplazo por las élites más conservadoras de la sociedad venezolana y las Fuerza Armadas. Su segunda versión se pone en marcha con el Pacto de Punto Fijo de 1958.

La novedad del Pacto de Punto Fijo, fue la demostración de la posibilidad de establecer una relación política basada en el diálogo y la negociación en lugar del recurso de las fuerzas armadas,  tradicionalmente utilizada en la historia venezolana para imponer o mantener algún tipo de régimen político o cambiarlo.
Según Cuñarro C. y  de Bozo,  el origen de la exclusión del Partido Comunista del Pacto de Punto Fijo, hay que buscarlo, en las agrias polémicas que se suscitaron con éste a partir de 1931, debido al debate existente entre programa mínimo y programa máximo (socialista). (3)
El pacto no sólo fue un consenso entre las élites políticas de  AD, URD y COPEI, sino que se hizo extensivo a los trabajadores con el pacto de avenimiento obrero-patronal, llamado también Declaración de Caracas del 24 de abril de 1958,  muy semejante al pacto de La Moncloa  firmado en España,  justo en los tiempos de alta conflictividad social. Se trataba de una estrategia de control social que le permitiera a la institución partidista garantizarse una acumulación de fuerzas favorables que le facilitaran el sometimiento de las instituciones políticas restantes y del espacio económico, que era un territorio sensible en la pugnacidad. El  Pacto fue firmado por todas las representaciones partidistas dentro del movimiento sindical, incluso por el Partido Comunista de Venezuela.

Esencialmente su fin, señala Romero, “el objetivo clave,  era comprometer mas a fondo a los sectores económicamente dominantes de la sociedad venezolana con el nuevo orden democrático a cambio de un freno a las aspiraciones salariales de los obreros" (4)

Caso similar va a suceder con el pacto que firmó la institución partidista con las FF AA. Para Schoposnik, “este acuerdo suscrito por la institución militar, se expresó en los acuerdos sucesivos. En el programa mínimo de gobierno suscrito después del golpe del 58, se puede leer que "Las Fuerzas Armadas son un cuerpo apolítico, obediente y no deliberante" Pero también en la Constitución de 1961, Articulo 132, donde la institución militar queda definida como "apolítica, obediente y no deliberante". (5)

Autores como López Maya y Gómez Calcaño, citados  por Cordero V.,   plantean  que la institución militar solicitó a cambio de su subordinación: "garantía del mejoramiento de las condiciones socioeconómicas de los miembros de las Fuerzas Armadas y participación directa y autonomía de acción en el aparato del Estado en todo lo referente a los asuntos que atañen directamente a sus intereses" (6)

Finalmente, el cuadro de los pactos constitutivos básicos se fortalece con la Ley de Concordato Eclesiástico,  la cual obligaba a la iglesia católica a no utilizar su fuerza social para derrocar la democracia representativa naciente.

Romero destaca, quela Ley de Concordato Eclesiástico de 1964, dio a la iglesia católica (predominante en el país) amplias garantías del Estado para el ejercicio de sus actividades, y apoyo financiero. Se llegó a aceptar que las autoridades eclesiásticas no fuesen necesariamente venezolanos por nacimiento como en otros países”. (7)

Enraizado en estos pactos, se dibuja una democracia representativa caracterizada por un bipartidismo entre Acción democrática y COPEI, cuyo rasgo fundamental es la finitud de las diferencias ideológica entre la socialdemocracia y la democracia cristiana. Algunos autores de izquierda suelen caracterizar este momento histórico de la sociedad venezolana como una dictadura de partidos burgueses, legitimada por elecciones.

En ese sentido, la mediación Estado y sociedad se construyó a través de un entramado institucional donde el partido político desplazaba  la participación del pueblo en  los asuntos de la vida nacional, en un modelo económico de máxima expansión ayudada por la actividad petrolera. El clientelismo populista secuestro a la sociedad venezolana del protagonismo, pulverizando la politización heredada después del 23 de diciembre de 1958, con la caída de la dictadura de Marco Pérez Jiménez.

Como dice Hernán Pardo, la sociedad venezolana,  racionalizó el secuestro del ciudadano, amordazado y aplastado por las estructuras de un sistema de mediación que gravita alrededor del partido político en el poder, cuya consecuencia mas sobresaliente fue el privatismo civil que  en las sociedades avanzadas constituye una reivindicación de la autonomía del sujeto ante lo colectivo, pero sin abdicar de sus propios derechos como ciudadanos y miembros de una colectividad, derechos que pueden ejercer en cualquier momento, que en  el caso venezolano produce una enajenación total de la voluntad de la política sobre el interés de la sociedad. (8)

La democracia representativa por conciliación de élites, clientelistas y populistas funcionó exitosamente con alta gobernabilidad y legitimidad hasta finales de la década del 70, cuando comienza a visibilizarse los primeros rasgo de una crisis estructural que se agudizaría con el trascurrir del tiempo, hasta transformarse en una pandemia que hizo impresionar las viejas lealtades de los partidos tradicionales.

Hitos de esta crisis en proceso de profundización, son la crisis del endeudamiento externo, las revueltas estudiantiles durante el gobierno de  Jaime Lusinchi, el Caracazo[2] y los sucesos militares del 4 de febrero y el 27 de noviembre encabezada por militares de bajo rango.

Hay autores que plantan,  que fundamentalmente la crisis económica afectó negativamente la capacidad de mediación de los partidos políticos tradicionales, ya que la base de su lealtad no era de tipo ideológico, sino que se asentaba en la distribución de privilegios.

Para Caraballo y Rivas,  la crisis  económica se manifiesta como crisis política, por cuanto el sistema de partidos político dominante,  en estos últimos años ha mostrado ser incapaz de dar respuesta a las demandas y expectativas del colectivo de nuestros países, los problemas que registran los partidos y que ciertamente contribuyen negativamente a la gobernabilidad, no constituyen en lo más mínimo un problema aislado de la realidad venezolana, sino que se presenta como un fenómeno casi generalizado de las nacientes democracias latinoamericanas. (9)

Afirma Juan Carlos  Rey, cuando se produce un cambio adverso en cualquiera de las variables básicas del modelo (renta petrolera, expectativas societales y representatividad de las organizaciones) surge una amenaza para la estabilidad del sistema que puede ser razonablemente compensada. Sin embargo, cuando ocurren modificaciones negativas en los tres factores, el sistema sociopolítico se coloca en una situación  límite.

Es cierto que la crisis económica jugó un papel esencial en la pérdida de gobernabilidad y legitimidad del sistema populista y conciliación de las élites venezolanas, pero mas allá de eso, lo que descuadernó los lazos de lealtad del pueblo venezolano con los partidos políticos tradicionales fue la incapacidad de estos sectores políticos para sostener el proyecto modernizador que se había prometido a la sociedad.

En cambio lo que se produjo, fue un cambio brusco de un modelo económico capitalista de base social ampliado por un paradigma  neoliberal de privilegios selectivo, que inauguró el festín del darwinismo social en Venezuela.

En el discurso de las ciencias sociales se enunciaría de esta manera, la democracia burguesa de base social ampliada, que a través del estado de bienestar atendía las demandas sociales, por acuerdo de un segmento de la económica-política   desplazada por una democracia  neoliberal que se reservaba los privilegios  en un país con un enorme potencial energético, en un mundo que solo visualizaba la ruta capitalista dada las crisis epistémico y de implicaciones practicas causada  por el fracaso del ensayo del socialismo real en la URSS.

La democracia representativa burguesa,  apropiada de las utopías de progreso, igualitarismo, libertad y de  certeza sacralizados  como los máximos valores sustentarios de la democracia, y  luego de cuatro décadas de vida, como saldo dramático institucionalizando un modelo económico y un sistema político que trajo como resultados la fragmentación, la apertura de las brechas sociales,  pobreza,  injusticia, exclusión e inequidad, como nunca se había  visualizado en el país.

Lo que destaca, del proyecto modernizador (desde el modelo económico) que prometía la felicidad general a la sociedad, no pudo ser concretado con los valores instrumentales (valores instrumentales como  el conjunto de instancias, procesos, iniciativas, planes, programas) elaborados por la democracia burguesa, lo que provoco un quiebre de la generalidad ilusoria del venezolano[3] racionalizada y socializada como expresión de un bienestar infinito.

Bobbio, explica el asunto,  introduciendo la idea, que el problema surge como consecuencia de “hacer descender la democracia del cielo de los principios a la tierra donde chocan fuertes intereses”.

Según Bobbio, la desconfianza en la política subsidiaria de las adaptaciones necesarias de la realidad ante las falsas promesas, obstáculos imprevistos   (tecnocracia, burocracia e ingobernabilidad), y los valores que provocan una notoria diferencia entre los ideales y la realidad concreta, que producen  la renovación gradual de la ciudadanía.

Coincidentemente, Moisés Naím y Ramón Piñango, connotados intelectuales del IESA, -del los cuales no soy devoto-,  bastión de la corriente neoliberal, en su  libro, transformado en pluss, convertido en best seller,  titulado:“El caso Venezuela. Una ilusión de armonía” publicado 1984, arribaba a la misma conclusión, en tanto que en Venezuela está en gestación una crisis de representatividad, dado que el pueblo perdía progresivamente la confianza en el sistema democrático, mostraban allí, los signos evidentes del agotamiento del modelo populista y la parvedad de ideas que habían detrás de un quebradizo dispositivo de concertación de élites sindicales y privadas subsidiado por el petro-estado  burgués.

En ese sentido, lo fracturado y quebrantado, por el paralelismo entre democracia formal y democracia real son los horizontes sociales de la confianza del pueblo en las instituciones y los actores políticos fundamentales que emergieron del pacto de Punto Fijo.


Estudios pasados demostraron,  que en la década de los ochenta, se produce en la sociedad un peligroso proceso de despolitización,  caracterizado por  una pobre valorización que los ciudadanos poseían  sobre la política.  Lo común de los resultados de esos trabajos era: a la gente no le interesa la política, la política es una actividad sucia  que debe ser desarrollada por los políticos.

El peligro no es que el pueblo sea incrédulo, lo peligroso es la paralización de la sociedad. Bejar expresa muy bien los argumentos desarrollados, el problema es que “el cultivo de la vida privada, sueño de dulces encantos, lleva aparejada la progresiva retirada de los individuos de la arena pública. Carente de espacio de opinión y pobladas de intereses sectoriales que no alcanzan a vitalizarla es un espacio frágil, presto a caer en manos del despotismo”. (10)
Hay que resaltar, que el trabajo de Zapata, “Valores del venezolano”, para ese lustro histórico, demuestra que las instituciones que gozaban de mayor confianza por parte del pueblo eran la iglesia, las universidades, los medios de comunicación y las fuerzas armadas. Las instituciones públicas eran asociadas a la ineficiencia, la ineptitud  y la corrupción, sobre todo el poder judicial, el Congreso Nacional y los sindicatos en el ámbito privado.

En cuanto a los partidos políticos tradicionales, los estudios empíricos, arrojaron como resultado, que  AD y COPEI, eran señalados, con menos confianza  junto con los sindicatos y  FEDECAMARA.
Las condiciones  creadas por una crisis estructural sin una repuesta estratégica y los quiebres de los referentes ilusorios hegemónicas, abrieron la brecha  para el triunfo del Comándate Hugo Rafael Chávez Fría.

El camino por recorrer en la actualidad es la reelaboración de la nueva generalidad ilusionaría del pueblo venezolano.

El autor de este trabajo, postula que ya existen giros temáticos que dan viso de los nuevos referentes políticos que caracterizaran el devenir democrático del país.
Es necesario interpretar la democracia como un proceso artificial, producto de relaciones sociales, no es un fenómeno dado por supuesto, se construye conflictivamente en espacios humanos cargados de contradicciones, se edifica con el aporte de las ideas y a veces necesita el respaldo de las armas.

  Se esta produciendo una reconceptualización de la noción de republica, la Constitución Bolivariana de Venezuela, señala la ruta. Por otro lado, la participación ha dejado de ser una quimera, a pesar de sus fallas, esta emergiendo el poder del pueblo.  Finalmente, renace la política como el instrumento social de transformación, el sistema de partido que resurge del proceso en curso, inexorablemente tiene más responsabilidad en la construcción de  orden económico, social, político y cultural alternativo.

La generalidad ilusoria, como producción colectiva, la caracteriza fundamentalmente su carácter  construccional, un ejercicio de eficacia política y calidad revolucionaria para no romper el hilo conector con el encantamiento popular. La palabra pública comprometida con el pueblo debe transformarse en hechos concretos para cambiar la realidad social que impide dignificarlo  con la mayor suma de felicidad  posible.

El cambio de época, azaroso, lleno de incertidumbre abre la puerta para un mundo mejor.














































[1] .- Sociólogo, Profesor  dedicación exclusiva de la Universidad Bolivariana de Venezuela, Master en Ciencias de la Educación, egresado del  Instituto Latinoamericano y Caribeño (IPLAC-CUBA). Coordina el  colectivo docente de Proyectos de interacción socio-comunitario.


[2] - Un artículo de Ibsem Martínez,  titulado “Conversación con Moisés Naím”, publicado en Noviembre de 2007, plantaba a propósito de la violación a los derechos humanos por parte del gobierno: “Las muertes de las que, al cabo de un difícil proceso, la Corte Interamericana de Derechos Humanos responsabilizó directamente al gobierno venezolano suman unos cuarenta casos documentados. Fueron, en su mayoría, víctimas de la indiscriminada violencia represora por parte del ejército y otros organismos de seguridad del Estado ante una contingencia que rebasó cualquier previsión.”  El que tenga ojos que vea y oídos que oiga.

 


[3] .- Para mayor profundidad, esta ideas es desarrollada por el autor, en una investigación titulada    “La crisis y la ilusión”, como parte de su investigación para optar al titulo académico de sociólogo, la misma  puede ser consultad en la Biblioteca Salvador de la Plaza de la Facultad de Ciencias Economizas y Sociales de la Universidad del Zulia.

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