CONSIDERACIONES TEÓRICAS SOBRE EL
MODELO DEMOCRÁTICO REPRESENTATIVO: SISTEMA DE PARTIDOS POLÍTICOS EN VENEZUELA.
Realizado por Oswaldo
Garrido.[1]
La construcción del sistema político venezolano, iniciado
a principio del siglo XIX, ha sido
compleja y conflictiva. Por un lado, los escenarios producidos por el abierto
enfrenamiento entre el pensamiento político liberal y el marxismo. Por otro
lado, la conformación del sistema político moderno, se produce como un proceso
lento que fue configurándose al calor de la lucha y el acomodo de las élites
caudillistas, que aplicaron el “anillo de hierro”.
Este “añillo de hierro”, sesgò la posibilidad de
consolidar un sistema de partidos políticos, los que existían en ese momento
histórico, tenían una escasa autonomía, y
estaban atados a los principales lideres militares que irrumpieron en la
política. Un ejemplo concreto de esta
maniobra, se observa en el propio seno del Partido Liberal, cuando una vez que
Joaquín Crespo había gobernado de 1884 a 1886 con el apoyo de Guzmán Blanco, lo que significaba que aunque en el papel
Guzmán Blanco era el presidente de la República, Crespo seguía manteniendo el control
sobre el Congreso, cuerpos legislativos, y otras instancias políticas; lo que
en definitiva le permitía permanecer cerca del aparato político.
El resultado de la aplicación de prácticas como el
"Anillo de Hierro", derivó en la formación de una cultura política de
alta desconfianza en las instituciones del Estado, una actitud refractaria ante
las posibilidades reales de participación política y en muchas circunstancias
la ruptura violenta en contra del marco constitucional vigente. En definitiva,
fue en este contexto de baja autonomía de las estructuras y subsistemas, que
garantizaran la estabilidad política donde se produjeron movimientos
contra-legitimadores, los cuales impugnaban las maniobras tendientes a mantener
las élites en el poder.
Este factor, aunado al proceso económico y social que
transito Venezuela pulverizó a los
viejos partidos políticos: liberal y conservador. Situación que no ocurrió en
países como Colombia, donde hasta bien
entrado el siglo XX, el problema de la tierra
se encontraba irresuelta, y se produce el surgimiento de la burguesía
nacional emparentada con la oligarquía
terrateniente.
En ese sentido, el sistema político venezolano
moderno, comienza a dibujarse a partir de la expansión del sistema capitalista
a mediados del siglo XIX, que en el país alcanzo un ritmo acelerado, producto las condiciones
impuesta por la actividad petrolera, muy ligada a los países desarrollados.
A mediado del siglo XX, se produce en la sociedad venezolana el choque de tres
proyectos políticos, de los cuales logra imponerse la democracia burguesa, marcando la ruta nacional hasta finales del siglo XX.
Por un lado, el proyecto de los viejos militares,
representado por los viejos caudillos militares que añoraba el retorno del
gobierno del general Gómez, lo cual demanda la presencia de un cesarismo que
garantizara orden y progreso.
Por otro lado, el proyecto militar-cívico de Eleazar López Contreras y Medina Angarita, el
cual tenía como fin generar procesos modernizadores que permitieran avanzar en
la construcción de las condiciones de
modernidad necesaria a la fase que vive el capitalismo, después de su último
reparto del mundo.
Además, la
irrupción de la generación del 28, que luego de un prolongado exilio, introduce
en el país las nuevas ideologías (socialismo, marxismo, democracia) a las
cuales no pueden adaptarse viejos líderes contemporáneos con Gómez. En tal
sentido, una doctrina como el liberalismo que fue central durante todo el siglo
XIX, pierde su vigencia ante el surgimiento de ideas tales como la lucha de
clases, la socialdemocracia, los partidos poli-clasistas y la importancia del
Estado como agente planificador de
economía.
Este grupo de venezolanos se agruparon en torno a la
plataforma política de la socialdemocracia y terminaron fundando el partido
político Acción Democrática, siendo sus antecedentes la Agrupación Revolucionaria
de Izquierda (ARDI) constituida en Colombia por Rómulo Betancourt y otros
exiliados venezolanos (1931). A este partido siguió en 1936 el Movimiento de
Organización Venezolana (ORVE), que al disolverse dio paso al Partido
Democrático Nacional (PDN). Después surgió AD, creado en 1941, en torno a la
candidatura presidencial del escritor Rómulo Gallegos, siendo sus fundadores
además de Betancourt, Andrés Eloy
Blanco, Luis Augusto Dubuc, Juan Oropeza Riera, Gonzalo Barrios, Leonardo Ruiz
Pineda, Jesús Ángel Paz Galarraga y Luis Beltrán Prieto Figueroa.
En cambio, la democracia cristiana, había constituido
el partido Acción Nacional y la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), los cuales
serian los antecedentes del Comité de
Organización Política Electoral Independiente (C0PEI), muy vinculado a la
iglesia y al fascismo español, cuyo líder de entonces era Rafael Caldera.
En Movimiento
de Izquierda Revolucionaria (MIR),
fue un partido político venezolano de izquierda fundado el 8 de abril de 1960,
como resultado de la primera división sufrida por Acción Democrática,
fundamentalmente en sus órganos de juventud.
Posterior a su fundación, dado el escenario de
confrontación con el gobierno de Rómulo Betancourt, el MIR, decide ir a la
lucha armada. Un sector del partido opuesto a estas acciones y liderado por
Jorge Dáger, deciden fundar el 20 de agosto de 1962 la Fuerza Democrática
Popular, partido que logró cerca del 10% de las votaciones en 1963. En 1965
otro sector del partido se retira y se suma al Partido Revolucionario de Integración
Nacionalista (PRIN)
Luego a finales de 1968, el MIR enfrenta una fuerte
controversia si continùa o no la lucha armada y se divide en tres grupos:
El MIR
principal, liderado por Domingo Alberto Rangel, abandona la lucha armada, y apoya a José Vicente Rangel y Teodoro Petkoff en
las elecciones presidenciales de los años 1973, 1983 y 1988 , candidatos del Movimiento al Socialismo (MAS).
El grupo de Carlos Betancourt que fundan al Partido
Bandera Roja, el 20 de enero de 1970 con una tendencia eminentemente rural
guerrillera legalizado como partido en el año 2000 no sin antes haberse divido en
varias escisiones y otro grupo liderado por Jorge Rodríguez y Marcos Gómez que
deciden iniciar una lucha guerrillera urbana combinada con medios legales, creando la Organización de
Revolucionarios (OR) cuya fachada legal es "La Liga Socialista"
y servirá para participar en las elecciones siendo dirigida por Carmelo
Laborit, Jorge Rodríguez, Orlando Yajure, Oscar Bataglinni, Norelkis Meza y
David Nieves.
Producto de su división interna en 1967, nace el
Movimiento Electoral del Pueblo (MEP),
luego de las pugnas internas por la elección del presidente de ese
partido, así Luis Beltrán Prieto Figueroa, entonces presidente de AD decide
retirarse de esa organización junto con otros líderes notables, entre ellos
Jesús Ángel Paz Galárraga.
.
Américo Martín
crea una nueva agrupación política llamada Nueva Alternativa, que se deblita
luego de apoyar la ultima candidatura de José Vicente Rangel.
Finalmente, el sector
marxista leninista encabezado por Gustavo Machado, reivindicaba la lucha de clases y el
socialismo científico como la máxima aspiración de la juventud venezolana,
funda el Partido Comunista de Venezuela, el 6 de marzo de 1931 con Juan
Bautista Fuenmayor, Pío Tamayo, Rodolfo Quintero y otros revolucionarios,
durante la dictadura del general Juan Vicente Gómez. Su nacimiento se produjo
en la clandestinidad, tomando como antecedente la fundación del Partido
Revolucionario Venezolano constituido en México en 1927, por un grupo de
exiliados conformado por Gustavo Machado, Eduardo Machado y Salvador de la Plaza. (1)
De esta conflagración ideológica, se impone Acción Democrática en alianza con un grupo de
militares jóvenes, que institucionalizaron un proyecto modernizador, basado en
un modelo de desarrollo capitalista (estado de bienestar, corporativo o
fiduciario) y un sistema `populista de partidos políticos y conciliación de
élites. (2)
Estas dos características que asumiría la sociedad venezolana se concreta con el
Pacto de Punto Fijo, el cual permitió la implementación de las reglas de juego del sistema
político y abrió el camino para la formulación de los pactos constitutivos básicos.
En su primera versión se pone en marcha durante el
trienio adeco 1945-1948 con un marcado acento sectario y vanguardista que le
valió su rápido reemplazo por las élites más conservadoras de la sociedad
venezolana y las Fuerza Armadas. Su segunda versión se pone en marcha con el
Pacto de Punto Fijo de 1958.
La novedad del Pacto de Punto Fijo, fue la
demostración de la posibilidad de establecer una relación política basada en el
diálogo y la negociación en lugar del recurso de las fuerzas armadas, tradicionalmente utilizada en la historia
venezolana para imponer o mantener algún tipo de régimen político o cambiarlo.
Según Cuñarro
C. y de Bozo, el origen de la exclusión del Partido
Comunista del Pacto de Punto Fijo, hay que buscarlo, en las agrias polémicas
que se suscitaron con éste a partir de 1931, debido al debate existente entre
programa mínimo y programa máximo (socialista). (3)
El pacto no sólo fue un consenso entre las élites
políticas de AD, URD y COPEI, sino que
se hizo extensivo a los trabajadores con el pacto de avenimiento
obrero-patronal, llamado también Declaración de Caracas del 24 de abril de
1958, muy semejante al pacto de La Moncloa firmado en España, justo en los
tiempos de alta conflictividad social. Se trataba de una estrategia de control
social que le permitiera a la institución partidista garantizarse una
acumulación de fuerzas favorables que le facilitaran el sometimiento de las
instituciones políticas restantes y del espacio económico, que era un
territorio sensible en la pugnacidad. El
Pacto fue firmado por todas las representaciones partidistas dentro del
movimiento sindical, incluso por el Partido Comunista de Venezuela.
Esencialmente su fin, señala Romero, “el objetivo clave, era comprometer mas a fondo a los sectores
económicamente dominantes de la sociedad venezolana con el nuevo orden
democrático a cambio de un freno a las aspiraciones salariales de los
obreros" (4)
Caso similar va a
suceder con el pacto que firmó la
institución partidista con las FF AA. Para Schoposnik, “este acuerdo suscrito
por la institución militar, se expresó en los acuerdos sucesivos. En el
programa mínimo de gobierno suscrito después del golpe del 58, se puede leer
que "Las Fuerzas Armadas son un cuerpo apolítico, obediente y no
deliberante" Pero también en la Constitución de 1961, Articulo 132, donde la institución
militar queda definida como "apolítica, obediente y no deliberante".
(5)
Autores como López Maya
y Gómez Calcaño, citados por Cordero
V., plantean que la institución militar solicitó a cambio
de su subordinación: "garantía del mejoramiento de las condiciones
socioeconómicas de los miembros de las Fuerzas Armadas y participación directa
y autonomía de acción en el aparato del Estado en todo lo referente a los
asuntos que atañen directamente a sus intereses" (6)
Finalmente, el cuadro
de los pactos constitutivos básicos se fortalece con la Ley de Concordato Eclesiástico, la cual obligaba a la iglesia católica a no
utilizar su fuerza social para derrocar la democracia representativa naciente.
Romero destaca, que “la Ley de Concordato Eclesiástico de 1964, dio a la iglesia católica
(predominante en el país) amplias garantías del Estado para el ejercicio de sus
actividades, y apoyo financiero. Se llegó a aceptar que las autoridades
eclesiásticas no fuesen necesariamente venezolanos por nacimiento como en otros
países”. (7)
Enraizado en estos
pactos, se dibuja una democracia representativa caracterizada por un
bipartidismo entre Acción democrática y COPEI, cuyo rasgo fundamental es la
finitud de las diferencias ideológica entre la socialdemocracia y la democracia
cristiana. Algunos autores de izquierda
suelen caracterizar este momento histórico de la sociedad venezolana como una
dictadura de partidos burgueses, legitimada por elecciones.
En ese sentido, la
mediación Estado y sociedad se construyó a través de un entramado institucional
donde el partido político desplazaba la
participación del pueblo en los asuntos
de la vida nacional, en un modelo económico de máxima expansión ayudada por la
actividad petrolera. El clientelismo populista secuestro a la sociedad
venezolana del protagonismo, pulverizando la politización heredada después del
23 de diciembre de 1958, con la caída de la dictadura de Marco Pérez Jiménez.
Como dice Hernán Pardo,
la sociedad venezolana, racionalizó el
secuestro del ciudadano, amordazado y aplastado por las estructuras de un
sistema de mediación que gravita alrededor del partido político en el poder,
cuya consecuencia mas sobresaliente fue el privatismo civil que en las sociedades avanzadas constituye una
reivindicación de la autonomía del sujeto ante lo colectivo, pero sin abdicar
de sus propios derechos como ciudadanos y miembros de una colectividad,
derechos que pueden ejercer en cualquier momento, que en el caso venezolano produce una enajenación
total de la voluntad de la política sobre el interés de la sociedad. (8)
La democracia
representativa por conciliación de élites, clientelistas y populistas funcionó
exitosamente con alta gobernabilidad y legitimidad hasta finales de la década
del 70, cuando comienza a visibilizarse los primeros rasgo de una crisis estructural que se agudizaría
con el trascurrir del tiempo, hasta transformarse
en una pandemia que hizo impresionar las viejas lealtades de los partidos
tradicionales.
Hitos de esta crisis en
proceso de profundización, son la crisis del endeudamiento externo, las
revueltas estudiantiles durante el gobierno de Jaime Lusinchi, el Caracazo[2]
y los sucesos militares del 4 de febrero y el 27 de noviembre encabezada por
militares de bajo rango.
Hay autores que
plantan, que fundamentalmente la crisis
económica afectó negativamente la capacidad de mediación de los partidos
políticos tradicionales, ya que la base de su lealtad no era de tipo
ideológico, sino que se asentaba en la distribución de privilegios.
Para Caraballo
y Rivas, la crisis económica se manifiesta como crisis política, por cuanto el
sistema de partidos político dominante,
en estos últimos años ha mostrado ser incapaz de dar respuesta a las
demandas y expectativas del colectivo de nuestros países, los problemas que
registran los partidos y que ciertamente contribuyen negativamente a la
gobernabilidad, no constituyen en lo más mínimo un problema aislado de la
realidad venezolana, sino que se presenta como un fenómeno casi generalizado de
las nacientes democracias latinoamericanas. (9)
Afirma Juan
Carlos Rey, cuando se produce un cambio
adverso en cualquiera de las variables básicas del modelo (renta petrolera,
expectativas societales y representatividad de las organizaciones) surge una
amenaza para la estabilidad del sistema que puede ser razonablemente
compensada. Sin embargo, cuando ocurren modificaciones negativas en los tres
factores, el sistema sociopolítico se coloca en una situación límite.
Es cierto que la crisis económica jugó un papel esencial en la pérdida
de gobernabilidad y legitimidad del sistema populista y conciliación de las
élites venezolanas, pero mas allá de eso, lo que descuadernó los lazos de
lealtad del pueblo venezolano con los partidos políticos tradicionales fue la
incapacidad de estos sectores políticos para sostener el proyecto modernizador
que se había prometido a la sociedad.
En cambio lo que se
produjo, fue un cambio brusco de un modelo económico capitalista de base social
ampliado por un paradigma neoliberal de
privilegios selectivo, que inauguró el festín del darwinismo social en
Venezuela.
En el discurso de las ciencias sociales se enunciaría de esta manera,
la democracia burguesa de base social ampliada, que a través del estado de
bienestar atendía las demandas sociales, por acuerdo de un segmento de la
económica-política desplazada por una democracia neoliberal que se reservaba los
privilegios en un país con un enorme
potencial energético, en un mundo que solo visualizaba la ruta capitalista dada
las crisis epistémico y de implicaciones practicas causada por el fracaso del ensayo del socialismo real
en la URSS.
La democracia
representativa burguesa, apropiada de
las utopías de progreso, igualitarismo, libertad y de certeza sacralizados como los máximos valores sustentarios de la
democracia, y luego de cuatro décadas de
vida, como saldo dramático institucionalizando un modelo económico y un sistema
político que trajo como resultados la fragmentación, la apertura de las brechas
sociales, pobreza, injusticia, exclusión e inequidad, como nunca
se había visualizado en el país.
Lo que destaca, del
proyecto modernizador (desde el modelo económico) que prometía la felicidad
general a la sociedad, no pudo ser concretado con los valores instrumentales
(valores instrumentales como el conjunto
de instancias, procesos, iniciativas, planes, programas) elaborados por la
democracia burguesa, lo que provoco un quiebre de la generalidad ilusoria del venezolano[3]
racionalizada y socializada como expresión de un bienestar infinito.
Bobbio, explica el
asunto, introduciendo la idea, que el
problema surge como consecuencia de “hacer descender la
democracia del cielo de los principios a la tierra donde chocan fuertes
intereses”.
Según Bobbio, la desconfianza en la política subsidiaria de las
adaptaciones necesarias de la realidad ante las falsas promesas, obstáculos
imprevistos (tecnocracia,
burocracia e ingobernabilidad), y los valores
que provocan una notoria diferencia entre los ideales y la realidad concreta,
que producen la renovación gradual de la
ciudadanía.
Coincidentemente,
Moisés Naím y Ramón Piñango,
connotados intelectuales del IESA, -del los cuales no soy devoto-, bastión de la corriente neoliberal, en su libro, transformado en pluss, convertido en best seller,
titulado:“El caso
Venezuela. Una ilusión de armonía” publicado 1984, arribaba a la misma
conclusión, en tanto que en Venezuela está en gestación una crisis de representatividad, dado que
el pueblo perdía progresivamente la confianza en el sistema democrático,
mostraban allí, los signos evidentes del agotamiento del modelo populista y la
parvedad de ideas que habían detrás de un quebradizo dispositivo de concertación
de élites sindicales y privadas subsidiado por el petro-estado burgués.
En ese sentido, lo fracturado y quebrantado, por el paralelismo entre democracia formal y democracia real son los horizontes sociales de la confianza del pueblo en las instituciones y los actores políticos fundamentales que emergieron del pacto de Punto Fijo.
Estudios pasados demostraron, que en la década de los ochenta, se produce en
la sociedad un peligroso proceso de
despolitización, caracterizado
por una pobre valorización que los
ciudadanos poseían sobre la
política. Lo común de los resultados de
esos trabajos era: a la gente no le interesa la política, la política es una
actividad sucia que debe ser
desarrollada por los políticos.
El peligro no es que el
pueblo sea incrédulo, lo peligroso es la paralización de la sociedad. Bejar
expresa muy bien los argumentos desarrollados, el problema es que “el cultivo
de la vida privada, sueño de dulces encantos, lleva aparejada la progresiva
retirada de los individuos de la arena pública. Carente de espacio de opinión y pobladas de intereses sectoriales que
no alcanzan a vitalizarla es un espacio frágil, presto a caer en manos del
despotismo”. (10)
Hay que resaltar, que
el trabajo de Zapata, “Valores del venezolano”, para ese lustro histórico,
demuestra que las instituciones que
gozaban de mayor confianza por parte del pueblo eran la iglesia, las
universidades, los medios de comunicación y las fuerzas armadas. Las
instituciones públicas eran asociadas a la ineficiencia, la ineptitud y la corrupción, sobre todo el poder
judicial, el Congreso Nacional y los sindicatos en el ámbito privado.
En cuanto a los partidos políticos tradicionales, los
estudios empíricos, arrojaron como resultado, que AD y COPEI, eran señalados, con menos confianza junto con los sindicatos y FEDECAMARA.
Las condiciones
creadas por una crisis estructural sin una repuesta estratégica y los
quiebres de los referentes ilusorios hegemónicas, abrieron la brecha para el triunfo del Comándate Hugo Rafael
Chávez Fría.
El camino por recorrer en la actualidad es la
reelaboración de la nueva generalidad ilusionaría del pueblo venezolano.
El autor
de este trabajo, postula que ya existen giros temáticos que dan viso de los
nuevos referentes políticos que caracterizaran el devenir democrático del país.
Es necesario interpretar la democracia como un
proceso artificial, producto de relaciones sociales, no es un fenómeno dado por
supuesto, se construye conflictivamente en espacios humanos cargados de
contradicciones, se edifica con el aporte de las ideas y a veces necesita el
respaldo de las armas.
Se esta
produciendo una reconceptualización de la noción de republica, la Constitución Bolivariana
de Venezuela, señala la ruta. Por otro lado, la participación ha dejado de ser
una quimera, a pesar de sus fallas, esta emergiendo el poder del pueblo. Finalmente, renace la política como el
instrumento social de transformación, el sistema de partido que resurge del
proceso en curso, inexorablemente tiene más responsabilidad en la construcción
de orden económico, social, político y cultural
alternativo.
La generalidad ilusoria, como producción colectiva,
la caracteriza fundamentalmente su carácter
construccional, un ejercicio de eficacia política y calidad
revolucionaria para no romper el hilo conector con el encantamiento popular. La
palabra pública comprometida con el pueblo debe transformarse en hechos
concretos para cambiar la realidad social que impide dignificarlo con la mayor suma de felicidad posible.
El cambio de época, azaroso, lleno de incertidumbre
abre la puerta para un mundo mejor.
[1] .- Sociólogo, Profesor dedicación exclusiva de la Universidad
Bolivariana de Venezuela, Master en Ciencias de la Educación, egresado del Instituto Latinoamericano y Caribeño
(IPLAC-CUBA). Coordina el colectivo
docente de Proyectos de interacción socio-comunitario.
[2] - Un artículo de Ibsem Martínez, titulado “Conversación con Moisés Naím”, publicado en Noviembre de 2007, plantaba a propósito de la violación a los derechos humanos por parte del gobierno: “Las muertes de las que, al cabo de un difícil proceso, la Corte Interamericana de Derechos Humanos responsabilizó directamente al gobierno venezolano suman unos cuarenta casos documentados. Fueron, en su mayoría, víctimas de la indiscriminada violencia represora por parte del ejército y otros organismos de seguridad del Estado ante una contingencia que rebasó cualquier previsión.” El que tenga ojos que vea y oídos que oiga.
[3] .-
Para mayor profundidad, esta ideas es desarrollada por el autor, en una
investigación titulada “La crisis y la ilusión”, como parte de su
investigación para optar al titulo académico de sociólogo, la misma puede ser consultad en la Biblioteca Salvador
de la Plaza de la Facultad de Ciencias
Economizas y Sociales de la
Universidad del Zulia.
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