DR. HUGO E. GIRON PIÑA.[1]
Uno de los grandes retos de la Medicina actual estriba en conocer la utilidad y
las limitaciones que el nuevo desarrollo tecnológico tiene y orientar racionalmente el uso de las
medidas de soporte vital hacia la preservación de la vida de aquellos enfermos
con situaciones patológicas recuperables, que puedan proseguir su biografía
personal con una calidad de vida aceptable, así como limitarlas en los casos
que la medicina de hoy no puede resolver.
La práctica de la medicina siempre tuvo
en cuenta la consideración de los aspectos éticos que implicaba su ejercicio.
El juramento hipocrático es el testimonio fiel de este hecho en nuestra cultura
al expresar la preocupación sobre los problemas morales que surgen de la
relación médico-paciente.
En la generación de la toma de
decisiones en cuidados intensivos los principios bioéticos tienen una presencia
muy importante, incluso aún antes de la llegada del enfermo, cuando se discute
si es pertinente o no el su ingreso en este tipo de servicio.
En la terapia intensiva se plantean a
diario una serie de problemas, muy particulares del trabajo de la misma, en
relación con la aplicación de los principio bioéticos, derivados de la
aplicación de métodos diagnósticos y terapéuticos invasivos, de la frecuente
incompetencia del paciente, de la comprensión de lo que es fútil o no; o de la
necesidad de abordar la existencia del límite en la atención médica o del
esfuerzo terapéutico.
La responsabilidad que supone desempeñar el papel de elector de uno
entre varios pacientes "elegibles" para ser admitidos en las Unidades
de Cuidados Intensivos (UCI) es enorme, por cuanto equivale a establecer cuál
de esas personas debe recibir mejor oportunidad de continuar viviendo, pues aunque
todos son merecedores de ello por su propia condición de seres humanos,
investidos de dignidad y, por ende, con un valor intrínseco no expresado en
términos relativos, ocasionalmente en la práctica no existen posibilidades de
ofrecerles la asistencia requerida por carecer de los recursos indispensables.
Así, uno de los dilemas más trascendentales que enfrenta el médico
intensivista contemporáneo es cuándo decidir el ingreso de un paciente en la UCI, y una vez ingresado y
tratado con una serie de técnicas de soporte vital, si la evolución no resulta
satisfactoria, por cuánto tiempo mantenerlas. Tales decisiones poseen importantes
implicaciones éticas, pues rebasado cierto límite, la beneficencia que se busca
puede transformarse en maleficencia al someter al paciente a un largo, doloroso
y costoso proceso de morir.
Con los avances científico-técnicos y el aumento de la expectativa
de vida, se ha ido incrementando el número de ancianos y, por consiguiente, que
en nuestras UCI ingresen con más frecuencia personas de edad avanzada; factor a
considerar en la toma de decisión para el ingreso en ellas.
En la hospitalización de un enfermo resultan
determinantes muy diversos aspectos: las presiones, las opiniones de otros
profesionales y de los familiares, ciertos factores de carácter
económico-administrativos y hasta cuestiones legales, pues en la actividad
médica, la toma de decisiones debe basarse en una concatenación lógica y no
exclusiva de los fenómenos o fundamentalmente en apreciaciones subjetivas
individuales.
La calidad en la selección del ingreso del paciente
grave, que tiene como principal y único pilar la recuperación del afectado,
permite un uso racional de los costosos recursos que se disponen para la
atender al enfermo crítico; pero esta selección no es fácil, pues requiere que
el personal médico posea una gran capacidad y experiencia para poder evitar
errores de apreciación en un sentido u otro.
A mi juicio, el problema estriba en conservar el
equilibrio entre estas tendencias, con el propósito de no olvidar al paciente,
a su familia y a la
Institución. No obstante, es obvio que pueda carecer de
justificación iniciar la terapéutica intensiva en un moribundo que padece una
enfermedad incurable, sobrecargando la Unidad e intensificando el esfuerzo personal que
demanda cada una de ellas, por las cargas físicas y psíquicas extremas que
impone.
Para que el médico intensivista pueda realizar la
selección de pacientes de manera adecuada, resulta indispensable aplicar
ciertos criterios de prioridad, pues la medicina intensiva integra un sistema
de salud constituido por niveles de atención y, a su vez, el sector Salud forma
parte de una totalidad conformada por los sectores productivos y de servicios
de la sociedad; por tanto, se torna imprescindible optimizar la eficiencia y
buscar la equidad, a fin de que los seres humanos puedan satisfacerse sus
necesidades y desarrollar sus valores de la mejor manera posible.
[1] .- Medico residente, cursante del Postgrado de
medicina critica. Convenio Universidad Bolivariana de Venezuela y Hospital
Coromoto. Trabajo realizado a partir de los debates en la Unidad Curricular Análisis dimensión socio política y derecho a la salud
en Venezuela, Impartida por el Prof. Oswaldo Garrido.
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