miércoles, 22 de agosto de 2012

DR. LAURO FERRUCHO: LA SALUD ¿DERECHO PÚBLICO O INMUNIDAD PRIVADA?.


 DR. LAURO FERRUCHO.[1]

En Venezuela hablar de salud, de servicio y atención hospitalaria, considerando también que el concepto de “hospitalario” no sólo hace referencia a la asistencia sanitaria de la que debería gozar todo individuo ante un caso de enfermedad o emergencia de salubridad nacional, sino también al apoyo y la protección que requiere toda persona sin importar su condición social y económica. Lamentablemente, ambas acepciones semánticas están en desuso o sufren de una indolencia demoledora frente al diagnóstico clínico poco favorable de nuestros hospitales, el estado de sus infraestructuras, la carencia de medicamentos, la insuficiencia de equipos quirúrgicos de alta tecnología, y lo más grave aún, la existencia de algunos médicos que no se preocupan por el bienestar de sus pacientes recordando y poniendo en práctica el juramento de Hipócrates por encima de sus intereses codiciosos o el prestigio de un título sin dolencia o empatía con el otro –en este caso- con los enfermos u convalecientes.
            En tal sentido, lo verdaderamente trágico de nuestra condición hospitalaria es el egreso de médicos que no se preocupan por la salud de sus pacientes, sino por la influencia y el escalafón de peldaños burocráticos que los pudieran catapultar cada día más hacia el puesto laboral que siempre han ambicionado alejándolos de la realidad social de nuestro contexto y devenir ciudadano. Y es que el paciente viene siendo un número, un dato, un expediente con el que sólo hay que tener contacto para diagnosticar su enfermedad y pronosticar un tratamiento en concordancia con su ganancia lucrativa y no con el alivio de la persona enferma.
            Es allí cuando se implanta el chip en la tergiversada conciencia de las personas haciéndoles creer que la salud es un privilegio que sólo funciona eficientemente mientras se privatice o se reserva el derecho de admisión bajo el legado de seguros o pólizas “pocos sociales”, y planes clínicos que hipotecan la salud convirtiéndola en una empresa especulativa y no un organismo humanitario.

            Por tal motivo, nos enfrentamos a la disyuntiva Salud ¿derecho o privilegio? Y si ésta es una disposición constitucional ¿Por qué los gobiernos anteriores se dedicaron a apoyar las campañas fetichistas médicas de privatizar el sistema de salud reservándose el derecho de admisión excluyendo a los más necesitados, en este caso, de los pobres, a la gente sin recurso alguno para “abonar” las ofertas mercantilistas de las clínicas privadas y sus ilícitos procedimientos operarios que consistían en fichar a la persona con un seguro médico que ante una situación de accidente o emergencia imprevista, agotaban el monto de la cobertura total del contrato supuestamente “benefactor” jugando así a la ruleta rusa con el estado de salud de la persona. 

            Fue así como el concepto de “exclusividad” comenzó a formar parte del eslogan de muchas clínicas que cercenaban el espíritu vocativo de algunos  médicos haciéndolos cómplices de un sistema, un régimen hospitalario alejado de sus convicciones de respetar, apreciar y salvar las vidas de las personas.

 El derecho a la salud se convirtió en el privilegio de alcanzarla. Quien no tenía los medios económicos para abonar, empeñar o saldar su vida en alguna de las clínicas privadas del territorio nacional, o cambiando el escenario del discurso, en algunos de los centros hospitalarios públicos del Estado, caracterizados por el retraso, la postrada espera, la falta de insumos, insuficiencias de camillas, abarrotaje de pacientes, riesgo de infección sanitaria, insalubridad, inseguridad, fallas en los laboratorios.; en síntesis, el pandemónium hospitalario, estamos siendo testigos de dos realidades de una misma moneda de abusos y precariedades; de elitismos y atropellos, de corrupción y malversaciones. Un sistema hospitalario en estado de coma, con ACV administrativo y ministerial bastante deplorable y pernicioso.  

            No obstante, el sistema hospitalario en la actualidad ha venido dando signos, señales de recuperación bastante favorables. De una década para acá el nuevo gobierno nacional ha priorizado dentro de su agenda de construcción social el tema de la salud como uno de los principales intereses y las necesidades de la población, pero con una acertada visión y misión socialista, humanitaria, solidaria, recíproca, benefactora. 

Una concepción holística del verdadero trabajo de los médicos que consiste en acercarse a las comunidades, estar en contacto con  las personas a través de la instauración en los barrios u otras localidades rurales de las misiones como Barrio Adentro. Y esto fue posible gracias al apoyo bilateral del gobierno de Cuba el cual trabaja en función de estudiar la salud como un fenómeno causal para entender la marcada división de las clases sociales que se observan en Venezuela. Un gobierno que durante años excluyó a los pobres, que anuló o se desentendió de las condiciones precarias de su pueblo; que tabuló a la población en ricos y pobres concediéndole sólo a una parte de esa porción estadística que resume a un país en ecuaciones irracionales y desahuciadamente sensitivas, los beneficios de los cuales TODOS sus ciudadanos deberían gozar. Un  régimen que discrimina y elude sus responsabilidades; que avala la marginalidad en favor de sostener su tiranía y barbarie imperialista delimitando las condiciones hospitalarias de un país dividido en poder de adquisición vs  capacitación para la resignación.

Con la llegada de las misiones, se abrió una puerta de conocimiento y esperanza. Trabajar desde y hacia las comunidades es la consigna. Preocuparse por la dotación de medicamentos de forma gratuita sin jugar con la desesperanza del necesitado. La medicina no es sólo una ciencia, sino una disciplina con carácter y voluntad para servir, socorrer, favorecer y avenar las aflicciones del paciente; una tarea que implica ganarse el afecto y la confianza del enfermo siendo carismático, gentil y por sobre todas las cosas tolerantes.    La medicina no es una empresa farmacéutica, no debería convertirse en un negocio de retribución por los servicios prestados. 

            Por consiguiente, se debe trabajar en función de acercarse al paciente, de transformar esa falacia social de suponer o dar por sentado que la privatización hospitalaria es garantía de salud; que la vida es un privilegio al que sólo acceden los más acaudalados.

          Convertirse y formarse como médico son dos verbos de inflexión semántica bastante diferentes. Un título te valida el derecho a ejercer tus funciones; te convierte en un profesional al servicio del bienestar físico y emocional de las personas. Pero quien nos forma como “médico” son nuestros pacientes, el deber ético y moral como profesional de salud, el empeño y entusiasmo por atender a los enfermos aprendiendo de ellos; con la diligencia y honestidad que amerita el caso. La práctica hace el oficio; e igualmente profesión u oficio son dos conceptos disímiles pero que se complementan. 

Por consiguiente, resta que el médico internalice de manera significativa ambos conceptos en pro del bienestar del ser humano, el cual va más allá de la cura, de la prescripción de un récipe, del seguimiento de un tratamiento: es la muestra más leal de que la medicina y el ser medico, es un acto de fe, consagración, constancia y empirismo. Un logro terapéutico que masajea los pensamientos y el alma del galeno para ser y hacer valer la vida de las personas. Antes del YO, están los DEMÁS. Y ése es uno de los juramentos que deberíamos mantener latente todo médico, que se precie de serlo, toda instancia hospitalaria de manera sabia, reflexiva y competente.  


[1] .- Medico residente cursante del postgrado en anestesiología. Convenio Universidad Bolivariana de Venezuela y Hospital Clínico Coromoto. Este  trabajo es el producto de mis reflexiones realizadas en el desarrollo de la Unidad Curricular Dimensión sociopolítica y derecho a la salud en Venezuela, Impartida por el Prof. Oswaldo Garrido. 2012.

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